¿Quién es Beatriz de Silva?
Una mujer notable, valiente, donde las haya. Un carácter íntegro capaz de luchar hasta la muerte por los valores imperecederos.
Ni su belleza deslumbrante, ni la nobleza de su linaje o las riquezas y honores mundanos que anchamente le sonreían, han sido obstáculo a la realización de sus ideales de pureza y santidad. Pasó de todo con valor. 
Después de las turbulencias de la corte, a causa de su especial hermosura, muchos habrán lamentado su valiente decisión de solo a Dios servir, en el silencio de un Monasterio, una vez que poseía todo lo que una joven humanamente puede ambicionar. Pero esos, como gota de agua que en la tierra se sume, así su memoria se esfumó. Beatriz, en cambio, su mensaje y Obra, permanece e permanecerá viva para siempre como un perfume deleitable.
Mismo a distancia de siglos, la figura graciosa y diáfana de esta mujer llega hasta nosotros con un mensaje siempre actual. El ambiente cortesano en que vivió tiene mucha semejanza con el ambiente en que los jóvenes de hoy tienen de construir su personalidad, optando y defendiendo valores que orienten su vida. Beatriz asegura que es posible tener una vida limpia aún en el clima más adverso.
¿Dónde encontró ella la valentía necesaria para el triunfo del mundo y de sí misma? Por extraño que parezca hoy, la oración y su devoción fascinante a la Virgen Inmaculada fueron el secreto y la clave de su éxito.

No es fácil entretejer un breve elogio a Beatriz, que parece proyectar los rasgos de una faz gloriosa en nuestros ojos, porque, de la misma manera que el rostro extraordinariamente bello y puro de Beatriz de Silva permaneció oculto durante largos años de su vida terrena hasta su bienaventurada muerte, así también demasiados aspectos de su biografía sólo han llegado hasta nosotros de forma refleja, en la documentación histórica, como ‘per speculum in aenigmate: En espejo y de forma enigmática’, a través de la cual se transparenta como figura inocente, humilde y luminosa, a pesar de no conceder a nuestra humana pero legítima curiosidad, ningún signo de expresión personal. Vienen a los labios las palabras de Dante: ‘¿Dónde está Beatriz?’ (Par. Canto 32, verso 85); O aquellas otras palabras bíblicas, en las que se percibe el eco de un amor místico: ‘Paloma mía... dame a ver tu rostro, dame a oír tu voz, que tu voz es suave, y es amable tu rostro’ (Cant. 2,14).

De hecho, ninguna palabra suya ha llegado hasta nosotros en sus sílabas textuales, y por tanto ningún eco de su voz; y tampoco ningún escrito de su mano, ningún retrato de su rostro, demasiado bello, según se decía, para que no fuera causa de turbación. Pero es una mujer llena del Espíritu de Dios que habla a nuestro corazón de creyentes sino con escritos, sí con la elocuencia más convincente de la vida. Beatriz calla para que María hable.
Para el simple 'cronista' y, en alguna medida, también para el 'historiador', las numerosas imprecisiones e incertidumbres existentes en la vida de Santa Beatriz de Silva, sobre todo en cuanto a fechas y lugares, y particularmente la escasa documentación conocida acerca del tiempo que vivió en la Corte y de los 30 años largos que pasó en el Monasterio de Santo Domingo de Toledo, resultan no sólo dolorosas, sino casi desesperantes. Cualquier cronista o historiador sería capaz de prolongar indefinidamente sus investigaciones, empleando su tiempo y empeñando sus energías, con el fin de poder determinar con toda exactitud algunas de esas fechas dudosas. Sin embargo, esa falta de rigor cronológico o histórico no impide conocer de verdad el origen teológico﷓carismático de la Orden de la Inmaculada Concepción de María y percibir el perfume del alma de esta extraordinaria mujer.

La devoción popular la aclama como abogada de la niñez y la juventud.
Es relevante su eficaz intercesión por las madres que acuden a ella con problemas en el embarazo o en la fecundidad.
Su fiesta es a 17 agosto.

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