El Amor
El amor olvida los olvidos, porque no está sometido a las leyes del
pensamiento ni de la razón.
El amor es un ingrediente sutil y permanente en nuestra conciencia, que
nos muestra la parte mas bella de la existencia humana.
El amor tiene la facultad de sanar todos los males de nuestro corazón y a
veces también de nuestro cuerpo.
El amor es un mago, en un instante cambia nuestra tristeza en alegría,
basta con sentir la campanita del teléfono y escuchar tu voz
Una palabra tuya, un gesto cariñoso ilumina mi vida toda y....olvido los
olvidos.
LA ALQUIMIA.
Esta palabra nos remonta a tiempos antiguos, a un mago con su capa negra y
su gran cucurucho, acompañado de su bracero encendido, en donde se suponía
transmutaba el plomo en oro.
Viejas historias que siempre han estado lejos de la verdad, o por decirlo
mejor, se transformaron en leyendas, para esconder la Verdad, porque la
alquimia es un proceso mucho mas perturbador que cambiar el plomo en oro,
porque puede cambiar a un hombre vulgar, en un hombre extraordinario, como
lo es, todo aquel que es capaz de transmutar lo no deseable en deseable,
lo negativo en positivo, la oscuridad en luz, la tristeza en alegría, el
egoísmo en generosidad, la pobreza en riqueza, la incomprensión en
empatía, la fealdad en belleza, el odio en amor, la guerra en paz....
¿ Somos capaces de imaginar un alquimista con estas facultades .? Sin
lugar a dudas revolucionaría de tal manera el planeta, que posiblemente,
habría una nueva crucifixión. Es posible que hoy, no fuese en un madero,
se haría por medios mas científicos, mas propios del hombre del siglo XXI
Tal vez, por eso, los alquimistas actuales, no se hacen llamar de esta
forma, pero igual en grupos pequeños, nos siguen enseñando que la única
manera de cumplir con el mandato divino, de ser perfectos como El es
perfecto, es a través de la transmutación interior, que tras un proceso
lento de observación y paciencia, va cambiando nuestros defectos en
virtudes.
Cada uno de nosotros, deberíamos ser verdaderos alquimistas, capaces de
sacrificar lo inmediato y lo urgente que el excitismo nos obliga a hacer,
para saber darnos tiempo, para realizar lo verdaderamente importante,
aquello que nos acompañará mas allá de nuestra corta existencia, aquello
que no muere con la muerte, como lo es : nuestra evolución.
Para un alquimista, la alegría, el saber sonreír, son las antesalas de la
felicidad con la cual, no solo puede cambiar su propio estado depresivo,
sino también su entorno. No habla de miseria, trata de remediarla aun a
costa de sacrificar parte de sus comodidades. No habla de paz, sino que la
crea a través de sus obras, no descalifica, no juzga, comprende y empatiza.
No habla de amor, lo brinda con naturalidad, a todo aquel que a él se
acerque, porque sabe que no puede regocijarse en la paternidad de Dios, si
ignora la fraternidad con sus hermanos.
Y hablando de Dios, el alquimista, no lo busca en los grandes santuarios,
no tiene día ni hora fija para comunicarse con El, porque lo encuentra en
todas partes y a todas horas de la larga jornada. Dios, deja de ser un
ente lejano y se transforma en el amigo oculto en el fondo de nuestra alma
y a quien podemos acudir siempre y contarle todo, porque El lo entiende
todo, porque por amor, se hizo uno de nosotros para poder comprender mejor
nuestra especie humana, de origen animal sí, pero en la cual mora la
chispa divina, que nos permite ser todo lo que en verdad queramos Ser.
Mientras Dios siga siendo un concepto, algo lejano y distante, no
interferirá para nada en nuestra vida, ni menos en nuestra evolución, en
cambio cuando Dios se transforma en una fuerza activa, cotidiana, íntima y
personal, nuestra vida y todo el entorno cambia porque despertamos y nos
hacemos conscientes de lo que nos ocurre, aceptamos de buen grado, lo que
no está en nuestras manos cambiar, hacemos nuestra, la voluntad de nuestro
Padre y a la vez, ponemos todo nuestro empeño en transmutar lo que impide
nuestra evolución, nuestra unión con Dios.
Un alquimista no le tiene miedo al cambio, por el contrario, lo busca
porque sabe que la monotonía cansa y agota, en cambio la variedad descansa
y enseña.
El alquimista no teme tener que salirse del colectivo para llegar a ser el
mismo, se libera del “progreso del consumismo” para reencontrarse con su
Yo superior en el silencio de la meditación y de la adoración, que no es
otra cosa que encontrar en el Único la inspiración para servir a muchos.
El alquimista no sabe de miedos, porque sabe que la fuerza infinita guía
sus pasos finitos y que el miedo paraliza al igual que el prejuicio
enceguece a la razón.
El alquimista, respeta y admite la diversidad de ideas, sabe que la Verdad
es una sola, pero que al igual que las cartas del Tarot, son muchas sus
interpretaciones y que el evangelio de Jesús no fue dado para un grupo
especial, ni para una época determinada, sino que hoy está tan vigente
como ayer para todos los pueblos de este vasto planeta.
Lo único realmente importante, es que cada individuo se desarrolle en paz
y armonía, según su propio saber y en vías de superación. Nadie puede
aprisionar la verdad, sin exponerse a que ella muera asfixiada por el
dogma y la intransigencia
¡Cuan diferente sería este mundo si cada uno de nosotros trabajara por ser
su propio alquimista.! sin esperar que sean otros los que cambien el
mundo, los que aprendan a amar sus hermanos, otros los que respeten a la
Naturaleza, en vez de luchar porque estos preceptos se hagan realidad en
nuestro diario vivir.
Las quejas son negativas e improductivas, por eso, vez de quejarnos de la
oscuridad, encendamos nuestra luz y seamos la antorcha que ilumine nuestra
senda y también la de otros.
¡ Seamos alquimistas de este nuevo milenio, Dios y el mundo necesita de
nosotros.!
Yolanda Silva Solano©
MUCHAS GRACIAS AMIGA!!
Ludy Mellt Sekher
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