Quien aprende a vivir sola, nunca se sentirá sola,
porque aprender a vivir en soledad es encontrar en nuestro interior, el
diálogo de nuestras ideas,
de nuestros sentimientos.
Es descubrir nuestro mundo interno, aprender a conocernos en una dimensión
diferente,
sin máscaras, sin temor al que dirán.
Cuando se descubre el lado positivo de la soledad,
uno se vuelve sibarita, goza con las pequeñas grandes cosas.
Se encuentra placer al escuchar el ruido del agua cantarina de una fuente,
la vista se recrea con esas nubes de algodón, que el viento arrastra con
amor.
Se aprende a retozar bajo el tibio sol primaveral,
a extasiarse cada día con el crecimiento de una flor, alegrarse con el
canto de la lluvia y el aullar del viento.
Y al caer la tarde, escuchar como el sol enrojecido
por lo que le ha tocado ver durante el día,
dialoga con los pajaritos que con su canto le responden que a pesar de
todo, hay que cantar antes de irse a dormir, porque mañana habrá otro
amanecer.
Estos goces del diario vivir, nadie puede arrebatármelos si yo no lo
permito, porque no están sujetos a la edad, ni al tiempo...ni siquiera al
amor porque ¡ son el amor .! el amor a mi misma y a la maestra Vida.
No hay riqueza mayor ni don mas preciado, que el tener la capacidad de
mirar el mundo, con el espíritu alerta, para maravillarse siempre ante lo
imprevisto y también con lo siempre visto, pero que solo nuestra capacidad
de asombro le da significado.
Para vivir en compañía, es preciso primero,
haber aprendido a vivir en soledad, para poder ceder espacio a la pareja,
para que siga siendo él.
Quien es capaz de contener, comprender y amar su soledad, nunca se sentirá
solo por eso vale la pena, aprender a vivir en soledad.
Yolanda Silva Solano©
yosis282@vtr.net
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