EL OSO
Esta historia habla de un sastre, un zar y su oso.
Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida
se había caído.
El zar era caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos los que
enmarañan por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la
ausencia del botón mandó a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana
siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo.
Nadie contradecía al emperador de todas la Rusias, así que la guardia
fue hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su
familia lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí su muerte.
Cuando, cayo el sol un guardiacárcel le llevó al sastre la última cena,
el sastre revolvió el plato de comida con la cuchara¬ y mirando al
guardiacárcel dijo – Pobre del zar.
- El guardiacárcel no puedo evitar reírse - ¿Pobre del zar?, dijo pobre
de ti tu cabeza quedará separada de tu cuerpo unos cuantos metros mañana
a la mañana.
- Si, lo sé pero mañana en la mañana el zar perderá mucho más que un
sastre, el zar perderá la posibilidad de que su oso la cosa que más
quiere en el mundo su propio oso aprenda a hablar.
- ¿Tú sabes enseñarle a hablar a los osos?, preguntó el guardiacárcel
sorprendido.
- Un viejo secreto familiar... – dijo el sastre.
Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a
contarle al soberano su descubrimiento:
¡¡El sastre sabía enseñarle a hablar a los osos!!
El zar se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le
ordenó:
-¡¡Enséñale a mi oso a hablar nuestro gustaría complaceros pero la
verdad, es que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva
tiempo... y lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo...
-El zar hizo un silencio, y preguntó ¿cuánto tiempo llevaría el
aprendizaje?
- Bueno, depende de la inteligencia del oso... Dijo el sastre.
- ¡¡El oso es muy inteligente!! – interrumpió el zar
– De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.
-Bueno, musitó el sastre... si el oso es inteligente... y siente deseos
de aprender... yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no
menos de...... DOS AÑOS.
El zar pensó un momento y luego ordenó:
- Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto tú
entrenarás al oso. ¡Mañana empezarás!
- Alteza - dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a ocuparse de mi
cabeza, mañana estarán muerto, y mi familia, se las ingeniará para poder
sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el
tiempo a trabajar, no podré dedicarme a tu oso... debo mantener a mi
familia.
- Eso no es problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años
tú y tu familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos,
alimentados y educados con el dinero de la corte y nada que necesiten o
deseen, les será negado... Pero, eso sí... Si dentro de dos años el oso
no habla... te arrepentirás de haber pensado en esta propuesta...
Rogarás haber sido muerto por el verdugo... ¿Entiendes, verdad?.
- Sí, alteza.
- Bien... ¡¡Guardias!! - gritó el zar –Que lleven al sastre a su casa en
el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para
sus niños. Ya... ¡¡Fuera!!.
El sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse
mientras musitaba agradecimientos.
- No olvides - le dijo el zar apuntándolo con el dedo a la frente – Si
en dos años el oso no habla... – Alteza... -
...Cuando todos en la casa del sastre lloraban por la pérdida del padre
de familia, el hombre pequeño apareció en la casa en el carruaje del
zar, sonriente, eufórico y con regalos para todos.
La esposa del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas
antes había sido llevado al cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y
exultante...
Cuando estuvo a solas el hombre le contó los hechos.
- Estás LOCO – chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar. Tú,
que ni siquiera has visto un oso de cerca, ¡Estás, loco!
Enseñar a hablar al oso... Loco, estás loco...
- Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al
amanecer, ahora... ahora tengo dos años... En dos años pueden pasar
tantas cosas en dos años.
En dos años... – siguió el sastre - se puede morir el zar... me puedo
morir yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso habla!!
Aporte de Gregorio Lozada
MUCHAS
GRACIAS AMIGO LUDY |