¿LAS HADAS? ...
¡SI EXISTEN!
por Miguel Fonseca Escobar
Mientras somos niños no
tenemos dudas, las hadas, los gnomos, los elfos, las princesas y los príncipes,
existen y nos acompañan en cada rincón de la casa o del jardín en nuestros
juegos, llenándolos de magia. ¿Quién no recuerda haberlos visto asomarse entre
las nubes del cielo, entre las cortinas del dormitorio, o entre las matas del
jardín?
Luego, en la medida que crecemos, y en la medida que los mayores nos educan
¿educan?, vamos perdiendo esa maravillosa magia y sólo vemos lo que nos van
enseñando a ver, borrando, casi para siempre, aquello que sólo será base de
cuentos cuando seamos adultos.
Desde allí en adelante sólo usamos los engañosos sentidos, mismos a través de
los cuales nos utilizan, las personas y la sociedad, como sistema.
La historia que les contaré a continuación es verdadera y está destinada a
devolver, a mis amigos, a mis hijos, a mis nietos y a todo aquel que siendo ya
mayor, quiera recuperar su alma de niño y la capacidad de ver más allá, para lo
cual es necesario ser capaz de cerrar los ojos, taparse los oídos, negarse a la
percepción habitual y abrirse a la percepción extra de que, como SERES HUMANOS,
nos ha dotado el Creador.
LAS HADAS EXISTEN y generalmente se visten de hermosas doncellas, para hablar a
los hombres o de hermosos príncipes, para hablar a las doncellas.
Me encontraba al final de un día cualquiera, que había sido especialmente
difícil. Estaba muy cansado, diría “agotado”, como en esas oportunidades en que
podrías asegurar que te han sacado las pilas que te proporcionaban la necesaria
energía.
Viajé fuera de la ciudad, a una cabaña alejada del ruido urbano y allí me tendí
en un sillón, tratando de recuperar la paz y la armonía, al estar en contacto
más cercano con la naturaleza.
No sé cuanto tiempo estuve dormido o dormitando, pero de pronto sentí mis
cabellos acariciados con mucha ternura mientras mi cabeza reposaba sobre algo
cálido y mullido y una voz dulce y amorosa susurraba “Niño... no tengas temor
... sólo descansa, relaja tu cuerpo, y tu mente. No pienses, sólo vé con tu
mente a tu alrededor y verás una luz blanca que viene hacia ti y te baña
completamente, dándote una gran paz, y tranquilidad.”
La voz hizo una pausa mientras unas manos tiernas y amorosas, continuaban
acariciando mi frente y mis cabellos.
Estaba tan cansado y me sentía tan acogido y tan a gusto, que no pensé en
cuestionar las instrucciones, ni en preguntarme como era que había alguien
conmigo si había viajado solo.
La voz, tan amorosa como antes, dijo a continuación: “Ahora observa como una luz
dorada desciende hacia ti y baña todo tu cuerpo quitando todo vestigio de
cansancio o de algo no benigno que hubiera en él”.
Yo sentía, efectivamente, como mi cuerpo era recorrido por ambas luces y se
producían los efectos indicados.
A esa altura estaba como hipnotizado y entregado confiadamente a la situación
que era, por demás, grata y placentera.
La voz dijo luego: “Ahora verás una luz azul que vendrá hacia ti y te bañará
igual que las anteriores y que te llenará de amor y paz como nunca antes has
conocido.”
Creo que a esa altura de la situación debo haberme quedado dormido y no puedo
decir cuanto tiempo pasó hasta que escuche que la voz decía: “Ahora usted se
trasladará, en la forma que me más le guste, a un lugar acogedor en contacto con
la naturaleza y se gozará en su presencia.”
En realidad imaginé que volé a través del espacio, como un ave lo haría y me
sentí depositado en un campo verde, amplio, con mucho pasto verde, al fondo
muchos árboles y en todo el campo visible, muchas flores.
Estaba tendido allí y mientras con los ojos de la imaginación veía todo eso, mis
ojos de la cara estaban cerrados. De algún modo sabía que no había porque ni
para que abrirlos.
Todo estaba tan bien y tan hermoso, que no tenía sentido hacer que terminara
aún, en especial si las manos que acariciaban mi cabeza y la voz continuaban
allí.
¿Cuanto tiempo disfruté del paisaje y del aroma que lo llenaba? No lo sé. De
pronto la misma voz amorosa dijo: “Le voy a hacer una pregunta y usted me
contestará, sin pensar, solamente con aquello que fluya desde su interior.”
Yo asentí.
La pregunta fue: “Si usted pudiera renacer o cambiar de forma ¿qué animal le
gustaría ser?”
En ese estado de aceptación, tan cómodo, dije: “NO, yo soy un ser humano y no
querría ser un animal. Creo que ese tipo de ejercicio sólo hace perder energía.”
La voz al parecer asintió, pues cambió la pregunta y la oí decir:
“Bueno, no sea un animal, pero digamos ¿qué ave o qué animal le gusta?
Yo, muy quedo y muy concentrado, pero también sorprendido escuché salir desde
dentro de mi, algo que en otra circunstancia creo que no habría dicho y
contesté:
“LA GALLINA.”
La voz con mucha ternura dijo: “Ah, la gallina ... y ¿por qué le gusta la
gallina?”
Yo, aún más sorprendido, me encontré contestando algo que tampoco habría
contestado si lo hubiera pensado, mientras hermosas y pacíficas lágrimas corrían
por mis mejillas:
“Me gusta, porque ella empolla los huevos, recibe a sus pollitos, los cuida
dándoles calor, los dirige en busca de su alimento y les enseña como deben hacer
en su desarrollo, luego los picotea si no obedecen y abre sus alas para
protegerlos, si los ve en peligro.”
EL HADA, porque imagino que ustedes ya habrán adivinado que yo pensaba que era
una de ellas quien me estaba dirigiendo, dijo entonces algo que llegó muy hondo
en mi ser, en mi corazón y en mi conciencia, porque lo que dijo era exactamente
la verdad:
“¡ASÍ TE VES TU!”
Si las lágrimas ya habían brotado de mis ojos cerrados ante las razones que di y
que me hacían gustar de la gallina como criatura, ahora corrieron más
abundantemente al comprender la grandeza de lo que el HADA había dicho, pues
efectivamente, sin haberlo meditado ni resuelto concientemente, así era
exactamente como YO me veía y como YO me veo, hasta hoy, a mi mismo.
No me es posible dejar de hacerme cargo de mi entorno y de quienes lo componen.
No lo hago por otro afán que no sea el haber comprendido que todos somos como
eslabones de una misma cadena, de modo que lo que yo haga, siempre tendrá un
resultado para otro, por lo que he decidido que mi acción siempre será para
ayudar al que sigue, sea quien sea.
EL HADA, con suma delicadeza secó mis ojos llorosos y cerrados y calmó la
emoción que me había provocado el diálogo.
Un rato más tarde dice:
“Le voy a hacer otra pregunta y usted la contestará, de igual modo que la
anterior.”
Comprenderán ustedes que para mi, a esta altura de los hechos, era una maravilla
poder continuar con esta experiencia tan hermosa, aún cuando no podía adivinar,
ni lo intenté tampoco, de que se trataría.
Un momento más y vino la pregunta:
¿Que otro animal o ave le gusta?
Me encontré respondiendo casi en forma automática:
“EL ÁGUILA.”
El HADA entonces, muy suavemente dijo ...
Ah, el Águila ... y “¿por qué le gusta el Águila?”
De la misma forma anterior, me encontré contestando en forma muy tranquila y
reposada:
“Porque el águila es majestuosa, vuela muy hermoso, solitaria y muy alto con sus
alas desplegadas y mira todo desde arriba. Nada se escapa a su observación. Si
ve algo que le interesa, se desliza veloz y precisa hacia su objetivo y remonta
nuevamente el vuelo.”
Un momento de silencio lleno de paz, amor, ternura y la voz del HADA que dijo:
“¡ASÍ TE VEN LOS DEMÁS!”
Yo me quedé sorprendido de tal respuesta, pues reflejaba en forma clara y
precisa mi experiencia de vida, desde aquel momento en que decidí tomar el
camino de ser como soy, un ser humano en desarrollo sin nada que esconder que
sólo quiere comprender y compartir lo que comprenda, con quienquiera que sea el
semejante que le acompañe en cualquier momento de su viaje.
Me sentí feliz, dichoso y pleno por dentro y agradecido del HADA que me había
dedicado este tiempo para ayudarme a conocerme mejor. Tan contento estaba que
debo haberme dormido, pues más tarde desperté y sólo yo estaba en la cabaña.
Podría decir entonces que fue un sueño, pero deseando recuperar mi alma de niño
prefiero pensar que fue un HADA, que talvez se introdujo en mi sueño o mejor
sólo hizo que me pareciera un sueño, pero lo que me dijo y lo que hizo en mi, la
han dejado para siempre en mi corazón.
Así, les puedo asegurar, las hadas existen y si no, ¿Por qué no hacen la
prueba?. Talvez encuentren respuesta a esas interrogantes que nadie se haría,
pero que mi HADA, me las hizo, y yo al responderlas aprendí a conocerme mejor.
¿No creen que podría ocurrirles algo similar?
Y si no pasará, ¿qué perderían?
Buena suerte y ojalá encuentren su hada o su príncipe. Si así no fuera, creo que
podría pedirle a la mía, que les visite.
Santiago, 15 de Julio de 2002.
MIGUEL FONSECA ESCOBAR.
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