¿A QUIEN SALVARIA?
Escrita por Khyra
Mi gato se llama Osiris, es un gatito triste.
De pequeño estuvo a punto de morir, yo lo salvé, con mi calor y mucho cariño, y
él se piensa que soy su madre. Cuando no estoy en casa, se acuesta en mi cama, o
encima de mi ropa o de mis zapatos; y solo aparece cuando vuelvo. Entonces se
pone muy contento, maúlla, para que lo tome en brazos, me mordisquea suavemente
los pies, y me sigue a todas partes.
Aunque parezca una barbaridad lo que voy a decir, sus ojos, azules, inmensos y
tristes, me recuerdan a los niños del tercer Mundo.
En el cole me han puesto como deberes, escribir una redacción. Escribir me
gusta..., pero el tema...
Tengo que crear una situación de peligro, en la cual tengo que elegir salvar una
vida. La de otra persona o la de mi mascota.
Os podéis imaginar lo que cualquier persona puede responder. Todos dirán que
salvarían a un niño en vez de un animal, porque el niño es un ser humano, tiene
alma..., y como tal merece más el regalo de la vida que un animal.
Mientras pienso como responder adecuadamente, oigo como llueve.
Osiris esta acostado en mi cama, durmiendo y aparentemente tranquilo. Cuando se
intensifica la lluvia y comienzan los truenos y los relámpagos me asusto.
No me gustan las tormentas cuando estoy sola... ; si por lo menos hubiera
alguien en casa...
A lo lejos oigo un extraño rumor, que no soy capaz de identificar. Se va la luz,
y entonces me asusto de verdad.
Osiris se incorpora, con las orejas muy tiesas, olfateando algo que no entiendo.
Yo, mientras tanto, he encendido una vela y su llama en vez de tranquilizarme,
me sobresalta aún más, pues sombras violentas vuelan por las paredes de mi
habitación. Osiris, erizado, con la cola en alto y el lomo encorvado, mira
fijamente a la puerta, que previamente había cerrado, para sentirme más segura.
De repente, mi gato parece volverse loco. Se abalanza sobre mí, de forma
amenazadora, muerde la manga de mi pijama y parece que intente obligarme a salir
de la habitación; me araña, se revuelve como si tuviera la rabia, y se empeña en
tirar de mí hacia fuera. Abro la puerta, porque sin darme
cuenta he caído en lo que pasa: intuye un peligro y me está advirtiendo.
Corro tras él, lo sigo, porque "sé" que me va a salvar. Extrañamente, cuando
abro la puerta de la calle, no baja las escaleras, las sube hacia la azotea.
Cuando llego arriba, casi asfixiada, me parece haber salido de un mal sueño.
Todo está tranquilo, las nubes han desaparecido, no cae una gota de agua y las
estrellas brillan en el cielo.
Pero un silencio extraño lo llena todo, un silencio cada vez mayor... ¿ qué
pasa?. Tengo miedo. Miro hacia Osiris, se ha subido al muro, y mira fijamente
hacia un punto del horizonte... . Cuándo lo hago yo también, me quedo clavada en
el suelo..., ¡El mar ha desaparecido!, ¿ Cómo es posible?
A lo lejos, muy lejos en el horizonte, las nubes parecen formar una cresta de
espuma, como si se tratara de...¡¡¡Dios mío!!!, ¡¡¡Un Tsunami!!!.
Estoy en un séptimo piso, puede que eso signifique mi salvación...
¡¡¡Señor!!! Intento recordar a que nivel del mar se encuentra La Laguna, pienso
en Santa Cruz, esta ola gigantesca la destruirá..., ¿Dónde están mis padres?, ¿Y
mis hermanos?...
La inmensidad del mar ya no está tan lejana; el rumor deja de serlo para
convertirse en un ruido similar al de un trueno que llega a hacerse
ensordecedor.
Osiris corre hacia unas escalerillas que dan acceso a los depósitos de agua del
edificio. Me voy tras él, lo tomo en brazos y subo con dificultad los peldaños.
Cuando llegamos arriba, una espuma cenagosa comienza a subir por la calle;
detrás vienen coches, tejados, casas, árboles...Todo da vueltas en un torbellino
de muerte y terror.
Se escuchan gritos de pánico, duran poco. Y de nuevo el silencio. La gran masa
parece haberse detenido justo al pie de los depósitos donde me encuentro..., y
oigo el grito de una niña, entrecortado porque el agua le cubre por momentos.
¿Qué hago?...
Osiris me clava las uñas, aterrorizado. Si lo suelto caerá al agua. La ola
comienza su terrible resaca.
Todo desaparecerá. La niña me ve, e intensifica sus gritos. De pronto me acuerdo
de mi profesor. Que dirá de mí, si se entera de que por egoísmo, he despreciado
la vida de un ser
humano salvando a un simple gato. En unos segundos pienso en todo.
En lo que me dicen mis padres, cuando me reprochan que con lo que nos gastamos
en los gatos podríamos apadrinar por lo menos otro niño. En la caridad
cristiana, en el amor al prójimo, en la supervivencia de la especie. En la
capacidad intuitiva de los animales para cuidar de sí mismos; en que salvando a
esa niña puedo realizar el acto más hermoso de mi vida, sobre todo porque
implica la pérdida de mi amigo más fiel y cariñoso.
Del cual sé que nunca me fallara y que, además, me ha salvado la vida.
Lo miro, él me está mirando; y en sus ojos grandes, inmensos zafiros,también
Creación Divina, leo un adiós sin dolor, lleno de resignación. Lo suelto, él se
encarama a mi cuello, yo, agarrándome con una mano a la escalerilla tiendo la
otra hacia la niña, casi logro rozar sus deditos
amoratados por el frío, pero no consigo alcanzarla. Para conseguirlo, bajo dos o
tres escalones...; y ¡la sujeto fuertemente!. Tiro de ella con todas mis
fuerzas, y, justo en el momento en que logro subirla a los depósitos
Osiris se cae. ¡También lo salvaré a él!. Bajo de nuevo unos peldaños, con la
esperanza de salvarlo.
Pero, ¡Estoy tan cansada!. Ya no puedo más. Miro hacia la niña, está bien.
Miro hacia Osiris, mis manos resbalan y me dejo llevar por el mar hacia mi gato.
Y cuando llego hasta él, nos miramos, y, como si nos hubiéramos puesto de
acuerdo, cerramos los ojos al mismo tiempo, y, abrazados, como siempre, nos
sumergimos en las oscuras aguas de la muerte. Sé que no nos separaremos jamás. Y
Dios, como es tan bueno nos dejará estar juntos en el mundo de la Luz...
-¡¡¡Kira!!!, ¿Qué haces?. ¡Te has dormido!. Mi vida, anda, deja eso, mañana lo
acabarás.
Mi madre me ha despertado, cuando ya había encontrado la solución. Tu, que tan
bien comprendes el alma de los niños, ¿Qué harías?...
KHYRA