Sekher Castle of Ludy Mellt Sekher

 




YO SOY UN ÁRBOL



Una luz rosa anuncia el amanecer, cientos de pajarillos comienzan a rebullir; los más ruidosos son los que han nacido hace pocos días. Tienen hambre.
Se acerca el viento para darme los buenos días y acariciarme las hojas, metiéndose por todos lados y haciéndome cosquillas.
Feliz, alzo mis ramas al cielo y me siento "UNO", con todo lo que me rodea.
¡Qué paz! Una gran sensación de felicidad me inunda totalmente, desde mis ramas más altas hasta mis raíces más profundas. ¡Qué buena es la madre Tierra!... ¡Qué hermosa y generosa!. Cuando contemplo todo lo que vive, hasta donde mi altura alcanza, siento que la savia corre más de prisa por mi tronco, y hasta mis hojas parecen que quieren cantar con la brisa, coreando a la Naturaleza de la que me siento parte. Y parte importante, porque señores:

"YO SOY UN ÁRBOL".

El más grande y antiguo de todos.
Se me hace difícil ya recordar cuando llegué aquí, en el pico de un pajarillo, como me dejó caer al suelo, porque era muy pesada mi semilla para él. Apenas puedo sentir como la hierba me hizo un sitio y como el agua me cubrió de tierra.
Lo que ya me viene mejor a la memoria, es lo agradable
del calor del sol, y lo rápido que pasó para mí la infancia.
Dicen que los árboles crecemos lento, pero es que los humanos miden el tiempo de una manera absurda, que no tiene nada que ver con el tiempo de la Madre Tierra.
Para la Naturaleza, un año no es nada. Yo tengo cincuenta, lo sé porque cada año que pasa, un nuevo círculo se forma en mi tronco. Pero yo me siento un chaval. Cada año mis ramas se llenan de flores, que se transforman en hermosas piñas, cargadas de piñones. Y los pájaros, el viento, y la Naturaleza se encargan de lo demás. ¡Muchos hijos tengo en esta isla!, Pero ¡muchos más voy a tener!
Sé que vivo en una isla porque vivo muy cerca del padre Echeide, en un sitio que ahora llaman La Victoria de Acentejo. Aún no sé muy bien porqué ese cambio de nombre.
Los pajarillos me han contado que unos hombres de otras tierras lucharon con los Guanches, y éstos les ganaron. No me gustan las guerras, ni siquiera las discusiones. Pero me han contado que esos hombres de fuera se visten con corazas que brillan, y que los palos y las piedras no les hacen daño.
No sé... a mí los hombres de la isla siempre me han tratado bien. No quisiera que les hicieran daño.
Desde que yo vivo, he visto muchas cosas, pero siempre he mirado más al cielo. De aquí en adelante procuraré fijarme más en lo que ocurre abajo.
¡Uf! ¡Qué calor!. Ya está el sol en lo más alto, lo saludo con respeto, y me guiña un ojo. Cuando hace eso significa que me traerá con el viento alguna nube que me proteja. Sonrío, y espero tranquilo a que la noche se acerque.
Los mirlos, los capirotes y las alpizpas están muy atareados, trayendo comida para sus hijitos. Me gusta su compañía. Los chillidos de los hijos reclamando la comida, el canto de sus padres... Hasta en mis ramas más altas tengo nidos. Y, aunque a veces se pasen un poco, la verdad es que tengo mucho que agradecerles. No permiten que un gusano se coma una de mis hojas.
De repente siento algo. Alguien se acerca. Miro hacia abajo y la veo. Es mi amiga. No sé su nombre, pero desde hace muchos años es mi amiga.
Desde que era una niña y trepaba por mis ramas, y se pasaba las horas quieta, escondiéndose de sus amigos de juego, que nunca la encontraban. En una de mis ramas tenía sus tesoros: plumas, bolitas de barro, palitos, que ella vestía como si fueran niños...
Cuando la siento llegar la saludo con la canción de los árboles, que muy pocos saben escuchar. Ella sí. Hoy le pasa algo... como cuando era chiquita y venía a esconderse de sus hermanos o de sus padres... ; Se acerca, y no sonríe como otros días, se para muy cerca de mí.
Siento que su tristeza es inmensa, y cuando me abraza lo entiendo: Sólo me queda consolarla. Para mí es muy fácil, es uno de mis poderes: transmitir energía, dar consuelo y apoyo a quien lo necesita. Sólo tengo que hacer que mi campo de energía la envuelva. En ese momento podrá desahogarse y llorará. Cuando haya vaciado su tristeza, la envolveré en mi "campo de amor".
Así lo hago ahora, ella llora y llora, primero con desesperación, luego más calmada. Hasta que se calla, pero permanece abrazada a mí. Cuando ya está tranquila, "siento" como ha entendido todo lo que ha pasado, y me lo devuelve en forma de un cálido sentimiento de amor. En este intercambio de energías, todo ha permanecido en silencio:
"EL GRAN SILENCIO DE LA NATURALEZA", uno de los milagros que pasan cuando el ser humano "sintoniza" con su entorno, y se armoniza con la Tierra. Se sienta a mi lado y juntos, contemplamos la puesta de sol. De repente da un salto, me besa, (está loca), y se va corriendo y saltando llena de alegría.
Ya ha llegado la noche, es Luna llena, o sea, fiesta.
Cuando los seres vivos del día se duermen, la Tierra entra en una dimensión mágica. Es la hora de los elementales. Ninfas, duendes, gnomos, hadas y elfos salen de sus "islas de musgo", e iluminan la noche. Las ninfas, como pequeñas luciérnagas, iluminan la noche. Y ésta se llena de melodías,
bailes y risas de estos diminutos seres. Su trabajo es protegernos. Para ello nos envuelven en luces multicolores.
Son círculos protectores, que mantendrán alejados los peligros, tanto de nosotros como de nuestros amigos. Si los humanos quisieran, podrían verlos, o por lo menos, sentirlos. Pero para eso hay que mantener el corazón y los ojos de los niños. No es tan difícil.
Se acaba la fiesta, el frío de la madrugada hace que mis ojos tiriten, el cansancio puede conmigo y me duermo. Justo en el momento en que el pícaro duende del sueño, deja caer sus polvillos dorados sobre mí, siento que va a ser un sueño distinto, un sueño muy, muy largo... ¿Qué habrán hecho estos duendes?...
Cuando me despierto, asustado por no sé qué sensación, sólo reconozco el amanecer, la brisa y el resplandor del sol en el horizonte. Apenas escucho pájaros, sólo unos pocos.
Como cada mañana extiendo mis ramas, y... ¿Dónde estoy?. Miro hacia abajo, ¿dónde está el campo?. No hay hierba, ni arbustos. Sólo una superficie gris, con grandes cuadrados. Entre ellas, unas hierbecillas pugnan por ver la luz. Delante de mí hay una cosa extraña, blanca, cuadrada... ¿Qué es?. ¿Dónde estoy?
Por una esquina de este extraño terreno aparece un grupo de personas. Llevan ropas rarísimas, cosas negras tapándoles los ojos y otras cosas negras colgándoles del cuello. Delante va una mujer, que parece ser su jefe. La veo como gesticula, mirando hacia mí; y procuro poner toda mi atención para entender lo que dice. Cuando lo conseguí, casi pierdo todas las ramas de golpe.
-"Amigos, tengo el gusto de presentarles uno de los pocos especímenes de Pino Canario que aún se conserva. Lo consideramos como especie protegida, pues es autóctona, y, como veis, lo queremos tanto, que le hemos reservado el mejor sitio del pueblo: la plaza, donde también podéis observar esta bella iglesia, joya de la arquitectura canaria..."
¡Tengo más de trescientos años!
El tiempo me ha hecho una de esas jugarretas de las que me hablaban los elementales. ¡Ahora soy un árbol viejo!...¿Dónde se esconderán ahora los elfos, las ninfas, los duendes? Ellos me explicarían lo que ha pasado, o mejor dicho, lo que está pasando.
De pronto observo un grupo de niños que juegan en el otro extremo de esto que llaman plaza. Una niña morena, con el pelo negro, muy largo me mira, muy seria. Se acerca a mí y se sienta a mi lado. Apoya su cabecita en mi viejo tronco, luego se da la vuelta... ¡y me abraza! Me mira sonriendo y se va corriendo hasta donde la espera una señora mayor, toda vestida de negro.
Le da la mano y se dirigen al sitio cuadrado ese que llaman iglesia. Antes de entrar, se vuelve y me manda un beso con la mano. ¡Menos mal!. Por lo menos "ella" sigue aquí.
Ahora mi vida es más aburrida. Ya no hay fiestas en las noches de Luna llena. No doy flores ni frutos. Pero Kira viene todos los Sábados a verme,el sol sigue calentando mis mañanas y guiñándome el ojo de vez en cuando.
Los mirlos y los capirotes sólo vienen en Primavera, ellos me han contado que los elementales han tenido que emigrar a montes más escondidos huyendo de los hombres, porque éstos tienen un nuevo Dios, llamado dinero.
Todavía no lo conozco pero los pájaros me han dicho que es muy poderoso, aunque ha alejado a los hombres de la Madre Tierra. También veo como florecen los rosales de "la plaza", porque ahora ya no veo el Teide ni el mar. Sólo esas cosas cuadradas, llenas de agujeros cuadrados, por donde la gente asoma sus cabezas como con miedo.
¡Menos mal que todavía quedan amaneceres, flores, y cuando vienen los niños es como si este viejo pino estuviera lleno de pájaros y canciones.


Khira

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