Sekher Castle of Ludy Mellt Sekher

 

MI SUEÑO PREFERIDO
por: José Mauricio Sánchez Peña

lagartoazul@hotmail.com



En una iluminada y extraña colina, en el mundo de los sueños, habita una viejecita dulce y cariñosa. Es un lugar donde crecen árboles de colores y flores de muchos matices.
Del otro lado de la colina vive el viejo cascarrabias, tiene por costumbre sembrar monedas de oro y cosechar doblones
y centenarios, en ese país de los sueños esa actividad es tachada como
inmoral.
Por su lado la viejecita se encanta dándoles panecillos, dulces y chocolates a aquellos chiquillos que viven solitarios entre las espesa bruma de sus propios sueños, cuando se duermen viajan instantáneamente hacia esos bellos e inhóspitos lugares del mundo de los sueños.
Dicen que los humanos y los no tan humanos sueñan, y dependiendo de esos sueños el mundo de maravillas o de pesadillas comienza a formarse, algunas veces suele ser un lugar confortable otras un lugar formidable, otras es difícil de explicar.
Recuerdo bien el día en que al mundo de los sueños fui a buscar a aquella viejecita. Me preguntaba; ¿cómo es qué pueden haber personas que no sueñan, sino más bien en sus sueños vivan?
Estaba dispuesto a averiguarlo y así lo hice.
Entré por unas misteriosas cavernas de hielo y nieve, donde los monstruos y los muñecos de nieve juegan a placer, la nieve era de limón.
Al salir de la enorme caverna, me encontré con una claro apartado lleno de niños, que al soñar configuran su propia realidad. Me imagino que sus almas a ese mundo van a parar, después de que durante todo el día cansados a la cama van a dar.
En el espacio flotaban luces de colores que daban la sensación de ligereza y comodidad, parecía que las estrellas se bamboleaban de un lado a otro con sones y ritmos al azar, los niños volando de un lado a otro, reían, gozaban, otros recordaban las travesuras que habían hecho durante el día, mariposas gigantescas surcaban el cielo de colores, animalitos y muebles con patas reían y jugaban con los chiquillos, los árboles también cantaban, era en fin un mundo de relajo y fantasía.
Atravesé el paraje divertido, y me encontré de repente con un enorme y frondoso bosque, ardillas, osos, venados y otras criaturas que no logré identificar se asomaban de vez en cuando para hacerse notar.
Caminando a través del bosque pude notar algunos lugares húmedos y otros cálidos, algunos muy confortables y otros muy incómodos, el pasto que recubría el suelo parecía alfombra de terciopelo, si uno quiere se puede acostar y quedarse allí el tiempo que se estime necesario. Pero en fin, proseguí mi camino, tratando de encontrar la casa de la viejecita de mis sueños.
Me detuve para observar el entorno y un enorme roble rojo me miró con curiosidad al momento que dijo:

- ¿Qué buscas viajero del mundo de los sueños?
Le miré un tanto asombrado y le dije:
- Se supone que existe una viejecita, amorosa, dulce y tierna que vive por estos lugares, sin embargo no he podido encontrar su casa, ¿sabes tú dónde es ese lugar?
-No, no lo sé, respondió, pero quizá el viejo cascarrabias te lo pueda
decir... El viejo cascarrabias, le contesté asombrado. Bueno si no es mucha molestia, ¿puedes decirme dónde vive?
- atrás del mundo de los dulces y golosinas.
Gracias,
-por nada, respondió el Roble.
Mientras me encaminaba hacia el mundo de las golosinas, noté en un momento como mis pies se hundían en una especie de fango o de lodo, pero resultó evidente que no era así, cuando miré de cerca la extraña sustancia me di cuenta que era chocolate con trocitos de nuez y almendras y además estaba muy delicioso, de modo que decidí saborearlo un rato, al seguir adelante me topé con casas de colores pastel además de que muchas de ellas eran de turrón y harina y muchos otros elementos más. Pasaban corriendo a ras de suelo, galletas de animalitos y gelatinas de sabores, la que más me gustó
era la fresa.
A lo lejos se divisaba un extraño castillo de vainilla creo yo, en las
torres los atalayas gritaban ¡viene una tormenta, viene una tormenta!
La verdad es que no vi nada, pero de un momento a otro comenzó a llover, uumm, la lluvia era un tanto pegajosa, era de miel, y el granizo resultó ser frutas en conserva. De una u otra forma tuve cobijo debajo de un enorme chupirul de frambuesa.
Es increíble lo que se puede encontrar en el mundo de los sueños.
Seguí mi camino y atravesé una extraña colina de colores y hermosas flores, al bajar la colina, se veía una casita destartalada, era la cabaña del viejo cascarrabias. El viejo cascacarrabias de pronto se dejo ver; era un ancianito bajito y bonachón, con una larga barba y sombrero de campeador.
No me gustó su actitud:
-Aléjate de aquí o me veré forzado a disparate con mi resortera, dijo.
Le contesté que no tenía ninguna intención de hacerle daño, pero el viejito cascarrabias pensó que estaba ahí para robarle sus preciadas monedas de oro.
Comenzó a dispararme centavos de cobre, por lo que me aleje rápidamente corriendo hacia la parte opuesta de la colina, la colina era una concha de harina cubierta de azúcar glas.
El azúcar glas me hizo resbalar y caí en un pequeño arrollo de agua de
tamarindo y refresco de cola.
¡Ufff! Me encontraba pegajoso y sucio, por lo que decidí tomar un algodón de un árbol y limpiarme... En eso estaba cuando una voz cálida y suave se dirigió hacia donde yo estaba.
Muchacho, muchacho, quieres pasar a tomar una tasita de té.
Volteé y miré un tantito hacia arriba, era una pintoresca casita, con una chimenea y muchos a animalitos en un corral, el río se encontraba tan solo a algunos pasos de la pintoresca casita. ¡Y vieran que no me di cuenta!
Dirigiéndome a la viejita, le expliqué todas las odiseas que viví tratando de encontrar su cabañita y lo que me hizo el viejo cascarrabias.
Ella comenzó a reír, y me dijo que el viejo cascarrabias así solía ser con los extraños. Además me explicó que si lo hubiera deseado con ganas, sólo con concentrarme en llegar a ella, hubiera llegado.
¡Haberlo sabido antes! Sin embargo, la pasé muy bien.
Al entrar a la cabaña, ésta me pareció mucho más grande y espaciosa.
Por fuera era una cabañita común y corriente, por dentro en cambio había una enorme sala gigantesca, una chimenea que nunca se apagaba, floreros con flores bellas junto a la puerta y ventanas espaciosas, que daban la sensación de comodidad. Además claro, que todo estaba lujosamente amueblado, era en pocas palabras un cálido y bello palacio.
Y lo más sorprendente, al entrar al viejecita junto conmigo a la cabaña, se transformó en una bella princesa, joven y radiante. Por un momento me quedé petrificado; no todos los días tengo el placer de conocer a una princesa. De modo que le pregunté:
- ¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí, princesa?
-Bueno; contestó cariñosa. -Desde hace mucho tiempo...
Y la pregunta que tanto le quería formular, mientras ella me servía una
tasita de té de canela.
Hubiera preferido té de manzanilla, pero en fin.
-¿Cómo es posible que alguien pueda vivir definitivamente en éste bello mundo de los sueños?
-AHHH, eso es porque en el mundo de los humanos, yo llevo dormida ya mucho tiempo.
Me contó que cuando tenía dieciséis años sufrió de un terrible colapso cerebral, y tuvo que ser internada en el hospital. Desde entonces lleva ya en "COMA" 60 años, por lo que en la cama del hospital ella es una ancianita de setenta y seis años.
Guau, increíble me dije; ella me comentó que esa era la razón por la cual al salir de la cabaña lucía como una honorable y desgastada viejecita, así es como era su cuerpo por fuera. Pero por dentro, siempre había conservado su juventud, así que al entrar a la cabaña podía verse tal cual ella era. Una joven hermosa que modelaba un holgado vestido blanco, con encajes de colores y un escote moderado.
Dijo sentirse a gusta y cómoda en ese lugar, que para la mayoría de la gente que sueña, sólo es fantasía.
Y aunque no lo crean, ese mundo de los sueños existe más allá de las
fronteras de lo perceptible, donde los anhelos y los deseos se vuelven
realidad, donde no existe la discordia y el ego que nos impiden llegar a visualizar que el mundo de los sueños no es una fantasía, sino una realidad, pero no una realidad abstracta sino sólida.
Ese último punto me gustó, ya que siempre había considerado al mundo de los sueños mi hogar.
Continué charlando con la bella joven y la madura viejecita, mientras
consumía una a otra las tazas de té y las galletas con panecillos.
Los panecillos eran de miel y harina para pastel.
Por extraño que parezca, nunca me harté de comer, la princesa tampoco. A ella le gustaba mi plática del mundo material y a mí me gustaba su plática del mundo de los sueños.
Hasta que de un momento a otro, el despertador de cabecera comenzó a sonar y tuve que despedirme de la princesa.
Ahora, cada noche que me acuesto a descansar, al mundo de los sueños voy a parar, a visitar a aquella dulce ancianita y a platicar con esa joven que me robó el corazón.
Y así seguiré soñando una y otra vez, hasta que algún día pueda quedarme dormido para siempre y vivir feliz allá donde las ilusiones se transforman en realidad.
José Mauricio Sánchez Peña



MIL GRACIAS JOSÉ, ES PRECIOSO!

Ludy Mellt Sekher


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