EL
BOSQUE
I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS
A la Memoria de la única persona que
encontré en este mundo con verdadera Armonía,
Mi Padre.
DIOS ESTÁ CONTIGO PAPITO
Ludy Mellt Sekher
INVIERNO
EN EL JARDÍN
Versión Portugués
Nuestro Agradecimiento
infinito a
Griselda Tello
y a
Diana Elizabeth Stanley
por sus fondos e imágenes para el cuento de
"El Bosque" de Ludy Mellt Sekher
Sin darse cuenta y apenado
estaba otra vez en la tierra.
Esta tierra, este mundo lleno de alimañas, de luchas, de realidades que le golpeaban
mil veces. Dentro de si mismo sentía, que no debía
que no podía lastimarla
Que tenía límites interminables para llegar a ella.
Griselda Tello
Sabía que no le pertenecía,
que él era exclusivamente de otros. Los límites perpetuos que obstinado se imponía,
cerraban sus brazos, su boca, su cuerpo, y sus palabras
Que ella estaba vedada para
él
Que era un imposible
que era lejana, muy lejana
Griselda Tello
No comprendió la divinidad de
ella, no entendió su naturaleza prodigiosa. No concibió que ella no lo quería para si
misma, como si fuera egoísta. No intuyó que ese sentimiento maligno no existía en el
alma de ella.
No podía lastimarla
¿Por
qué pensaba que podría dañarla? El mismo no lo conocía desde el privación de su
mente, tan adherida a la tierra y a las pasiones humanas.
Pero ella no era humana. A ella no podían herirla sobre la tierra.
Una única cosa podía lastimarla, y era solo Dios. Y eso era imposible puesto que
ella venía del reino del Supremo. Y él no lo entendería jamás
Todo aquel magnifico paraíso
en el que vivió, y el increíble castillo que ella le mostró, le dolía en el pecho,
pero no le servía para nada. El no sabía ni había aprendido con ella a volar a otro
mundo para soñar
¡Porque no sabía que ella le había mostrado el cielo! Y montado en su corcel blanco anduvo por los caminos, galopó como loco
por los valles, iracundo consigo mismo por no saber dividirse en dos, y vivir dos mundos.
Que aunque eran diferentes, eran paralelos. Ni uno le haría mal al otro.¡Porque eran el
cielo y la tierra!
Griselda Tello
Y un día volvió al bosque,
buscando los dos árboles. Allí continuaban, de pie, doce pasos separados uno del otro.
Los mismos árboles del principio
El y Ella, como dos árboles
Pero ahora iba
acercándose el otoño, casi siniestro, tétrico, ululando, anunciando un invierno eterno,
y tuvo temor de perderla. No sabía qué hacer para no extraviarla. "¿Y si ella se
va para siempre? ¿Qué haré?"
El rostro silencioso de ella no
decía nada, parecía que había enmudecido sus labios, y sus pensamientos, muy lejos de
él
"El aún no confía en mi, piensa que todo esto es mentira, que busco algo más,
que escribo palabras de alguien más, que no es él quién inspira mis versos".
Pensaba con tristeza después de haberse convertido en su guardiana, en su hiedra
sanadora, en su picaflor, en el águila que voló descollante salvando sus nidos y
palomas, y levantándolo a él, de una tumba que irónica abrió su boca para tragarlo en
aquel siniestro día
Y la pena más honda se
apoderó de su alma. Su alma de águila, de picaflor, de hiedra, de árbol, de mujer, de
madre
Sabía, que de esas formas, moriría muy pronto, y que su misión sobre la
tierra encomendada por el Señor de los Cielos, ya no la cumpliría.
Y al fin; si él no la entendía y no cambiaba su vida, ella tendría que volver al
cielo sin terminar su cometido. El solo pensar que tendría que
decirle a Dios, que no completó su tarea con él, le partía el corazón. Eso significaba
que tendría que volver una y otra vez a la tierra a trabajar por otros.
Y ella solo anhelaba quedarse eternamente en los cielos con sus amigos verdaderos;
los ángeles. "Jamás comprenderá, nunca sabrá quién soy, ni aprenderá lo que
quise enseñarle".
Se despidió en silencio religioso, caminando casi sin pisar la
tierra, dolorida, fracasada, terriblemente angustiada por no saber cómo cambiar
aquella situación. "¿Acaso me equivoqué otra vez? ¿Sería él, el ser humano que
tenía que ayudar?" Se preguntó por milésima vez
Y ya en la noche, frustrada,
atormentada, con sus alas rotas de congoja y dolor, a través de las nubes, de las
estrellas, de la luna. Ascendió al cielo
Esta vez era ella de verdad. Y esa verdad
Era un ángel
Que volvía a decirle al Señor que no pudo luchar en la tierra. Que no logró
rescatarlo a él. Que no quiso aprender sus lecciones
¡Señor, los humanos tienen libre albedrío, no pude hacer nada por él.
Y lloró sobre los pies de Dios
.
¡Era un ángel, un triste
ángel que bajó a la tierra cumpliendo una misión, pero no sabía que se equivocaría,
como tantas veces con los seres humanos, y esta vez, de persona
¡Si! Ella Era Un
Ángel.
Que había adoptado la forma humana, la de árbol, la de águila, de picaflor, de
hiedra, de tierra, de raíces, de tronco, de ramas, de hojas. Fue nubes, viento,
estrellas, soles, lunas, amaneceres, atardeceres, noches, y días
Y permanecería en
su cielo, como un Angel en un mañana.
Capítulo XII
Descalza por el llano, Ella
anda entre los árboles, no quiere estrujar el colchón de hojas secas que le brindan sus
amigos. Y se desliza sin pisar la tierra con mil sentidos integrándose a la selva.
Ella es una ninfa que vaga por el bosque, frágil, volátil, delicada, lejana
Solo en esa floresta vive, y muy
difícil que alguien la vea, se esconde y aparece como un ángel frente a un niño. Su
alma pura y diáfana no entiende la llegada del otoño ni quiere pensar en la cercanía
del invierno.
No tiene a nadie y tiene todo. Vive allí en ese edén inimitable, se alimenta de las
flores y respira de las hojas. Duerme en un huequito del árbol, y al desperezarse en la
mañana, llena de luces el tronco, ramas y hojas de su amigo.
El enorme olmo la columpia por la
noches, goloso, velando su sueño, la protege de alimañas, la cuida y la defiende. Ella
es su tesoro. Y el árbol se queda inmóvil esperando su visión o el regreso de sus
gráciles manitas, ardoroso de mecer su sueño.
La ninfa anda por el bosque,
ríe y llora con los seres que allí existen, lucha por los desvalidos y se entrega entera
para ayudar a todos. El olmo altísimo se preocupa por ella, pero sus raíces no lo dejan
desprenderse de la tierra
Al caer la tarde peregrina con veteados colores, al dormirse el sol por entre el
confín del bosque, al despertarse la luna a vagabundear por la noche, ella
vuelve a su huequito, a su único e inseparable amigo, el olmo
Ahora en el silencio
descubierto por los grillos y el espejo azogue de la luna, en la noche, Ellos están
juntos. El olmo abre su corazón donde la niña duerme, y le canta arrullos de amor que
ella escucha, aunque el árbol no tiene bocas y sus palabras son silenciosas.
Ella piensa que tal vez, un amanecer el árbol diga cuanto la quiere, pero el
árbol es mudo, reservado, ceremonioso.
Y el corazón del olmo late
aceleradamente cantando su amor por dentro de sus venas de savia. No puede hablar, no
tiene lengua, ni lenguaje alguno puede expresar lo que él siente. Y por las noches la
niña escucha que le dice: ¡Niña mía! Siente unas manos tibias acariciar su cuerpo, y
el roce tierno de unos labios besar sus ojos.
Se desvela y se pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué yo soy una sílfide y él un árbol,
y por qué los dos nos amamos sin decirlo nunca?
Y al despertarse al día
siguiente la ninfa siente una nostalgia persistente penetrar en su alma. Una tristeza
honda, profunda, horadante la invade entera. Sueña mientras los rayos del sol pasean por
el bosque. Sueña despierta y se imagina siendo una mujer amada por el hombre. Pero son
sus sueños imposibles, cuando el imposible nunca existió para ella. Sueña lejos de él
para que no lo sepa.
Ella ha sellado su boca para
recitar sus dulces versos que antaño le cantaba al árbol. Ahora con temor, quizá con
miedo de pronunciar palabra alguna que ofenda a su querido árbol. Pero el olmo singular,
necesita sus versos, desesperado quiere oír aquellas dulces palabras. Tiene temor de que
ella se pierda por el bosque.
Sufre por sus versos diseminados en la fronda y tocados por viles manos, no sabe
cómo defenderla del vil ataque.
Pero la ninfa es fuerte,
poderosa, sabrá cómo defenderse y no quiere que su tan amado olmo sufra por ella. Porque
los versos que a él le recitaba, nadie, nadie los tocó nunca. Aunque él no lo sabe.
Y escribió otros poemas cuando se encontraba lejos, comunicándose por la luna, los
colibríes que libaban entre las rosas, y el agua corriendo por los arroyuelos.
Poemas colmados de amor
sublime, que él no leyó ni escuchó nunca. Ahora la ninfa piensa sentada sobre una
piedra, lejos de su árbol: Si yo leyera estos versos tristes, ¿él quizá me diría que
me ama? Tiene temor de hablar con el árbol, solo deja caer de sus verdes pupilas todo el
amor que le profesa mientras lo mira
(Extracto
del libro "El Bosque"
de Ludy Mellt Sekher)
I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS
Portugues
INVERNO NO JARDIM
Nosso Agradecimento infinito a Griselda Tello
e A Diana Elizabeth Stanley
por seus fundos e imagens para o conto de
"O Bosque" de Ludy Mellt Sekher
Sem dar-se conta e apenado estava outra vez na terra.
Esta terra, este mundo cheio de alimañas, de lutas, de realidades que lhe
golpeavam mil vezes. Dentro de se mesmo sentia, que não devia… que não podia
magoá-la… Que tinha limites intermináveis para chegar a ela.
Sabia que não lhe pertencia, que ele era exclusivamente de outros. Os limites
perpétuos que obstinado se impunha, fechavam seus braços, sua boca, seu corpo, e
suas palavras…Que ela estava interditada para ele… Que era um impossível… que
era longínqua, muito longínqua…
Não compreendeu a divindade dela, não entendeu sua natureza prodigiosa. Não
concebeu que ela não o queria para se mesma, como se fora egoísta. Não intuiu
que esse sentimento maligno não existia no alma dela.
Não podia magoá-la…Por que pensava que poderia daná-la? O mesmo não o conhecia
desde o privação de sua mente, tão aderida à terra e às paixões humanas.
Mas ela não era humana. A ela não podiam ferí-la sobre a terra.
Uma única coisa podia magoá-la, e era só Deus. E isso era impossível já que ela
vinha do reino do Supremo. E ele não o entenderia jamas
Todo aquele magnifico paraíso no que viveu, e o incrível castelo que ela lhe
mostrou, doía-lhe no peito, mas não lhe servia para nada. O não sabia nem tinha
aprendido com ela a voar a outro mundo para sonhar…
¡Porque não sabia que ela lhe tinha mostrado o céu!E montado em seu corcel
branco andou pelos caminhos, galopou como louco pelos vales, iracundo consigo
mesmo por não saber dividir-se em dois, e viver dois mundos. Que ainda que eram
diferentes, eram paralelos. Nem um lhe faria mal ao outro.¡Porque eram o céu e a
terra!
E um dia voltou ao bosque, procurando as duas árvores. Ali continuavam, de pé,
doze passos separados uno do outro. As mesmas árvores do princípio…O e Ela, como
duas árvores… Mas agora ia acercando-se o outono, quase sinistro, tétrico,
uivando, anunciando um inverno eterno, e teve temor de perdê-la. Não sabia que
fazer para não a extraviar. "E se ela se vai para sempre? Que farei?"…
O rosto silencioso dela não dizia nada, parecia que tinha emudecido seus lábios,
e seus pensamentos, muito longe de ele…
"O ainda não confia em meu, pensa que tudo isto é mentira, que procuro algo mais,
que escrevo palavras de alguém mais, que não é ele quem inspira meus versos".
Pensava com tristeza depois de ter-se convertido em sua guardiana, em sua hera
sanadora, em sua picaflor, no águia que voou descollante salvando seus ninhos e
pombas, e levantando-o a ele, de uma tumba que irônica abriu sua boca para
engulí-lo naquele sinistro dia …
E a pena mais funda se apoderou de sua alma. Sua alma de águia, de picaflor, de
hera, de árvore, de mulher, de mãe Sabia, que dessas formas, morreria muito
cedo, e que sua missão sobre a terra encomendada pelo Senhor dos Céus, já não a
cumpriria.
E ao fim; se ele não a entendia e não mudava sua vida, ela teria que voltar ao
céu sem terminar seu cometido.O só pensar que teria que lhe dizer a Deus, que
não completou sua tarefa com ele, partia-lhe o coração. Isso significava que
teria que voltar uma e outra vez à terra a trabalhar por outros.
E ela só almejava ficar eternamente nos céus com seus amigos verdadeiros; os
anjos. "Jamais compreenderá, nunca saberá quem sou, nem aprenderá o que quis
ensinar-lhe".
Despediu-se em silêncio religioso, caminhando quase sem pisar a terra, dolorida,
fracassada, terrivelmente angustiada por não saber como mudar aquela situação.
"Talvez me equivoquei outra vez? Seria ele, o ser humano que tinha que ajudar?"
Se perguntou por milésima vez
E já na noite, frustrada, atormentada, com suas asas rompidas de pesar e dor,
através das nuvens, das estrelas da lua. Ascendeu ao céu…
Esta vez era ela para valer. E essa verdade…Era um anjo…
Que voltava a dizer-lhe ao Senhor que não pôde lutar na terra. Que não conseguiu
resgatá-lo a ele. Que não quis aprender suas lições…
—¡Senhor, os humanos têm livre arbítrio, não pude fazer nada por ele. —E chorou
sobre os pés de Deus….
¡Era um anjo, um triste anjo que baixou à terra cumprindo uma missão, mas não
sabia que se equivocaria, como tantas vezes com os seres humanos, e esta vez, de
pessoa …¡Se! Ela Era Um Anjo.
Que tinha adotado a forma humana, a de árvore, a de águia, de picaflor, de hera
de terra, de raízes, de tronco, de ramos, de folhas. Foi nuvens, vento, estrelas,
sóis, luas, amaneceres, atardeceres, noites, e dias…E permaneceria em seu céu,
como um Angel num manhã.
Capítulo XII
Descalça pelo plano, Ela anda entre as árvores, não quer estrujar o colchão de
folhas secas que lhe brindam seus amigos. E se desliza sem pisar a terra com mil
sentidos integrando-se à selva.
Ela é uma ninfa que vaga pelo bosque, frágil, volátil, delicada, longínqua…
Só nessa floresta vive, e muito difícil que alguém a veja, esconde-se e aparece
como um anjo frente a um menino. Sua alma pura e diáfana não entende a chegada
do outono nem quer pensar na cercania do inverno.
Não tem a ninguém e tem tudo. Vive ali nesse edén inimitável, alimenta-se das
flores e respira das folhas. Dorme num huequito da árvore, e ao espreguiçar-se
na manhã cheia de luzes o tronco, ramos e folhas de seu amigo.
O enorme olmo a columpia pela noites guloso, velando seu sonho, øprotege-a de
alimañas, øcuida-a e a defende. Ela é seu tesouro. E a árvore fica imóvel
esperando sua visão ou o regresso de seus gráciles manitas, ardoroso de mecer
seu sonho.
A ninfa anda pelo bosque, ri e chora com os seres que ali existem, luta pelos
desvalidos e se entrega inteira para ajudar a todos. O olmo altíssimo se
preocupa por ela, mas suas raízes não o deixam desprender-se da terra…
Ao cair a tarde peregrina com veteados cores, ao dormir-se o sol por entre o
confín do bosque, ao acordar-se a lua a vagabundear pela noite, ela volta a sua
huequito, a seu único e inseparável amigo, o olmo
Agora no silêncio descoberto pelos grilos e o espelho azogue da lua, na noite,
Eles estão juntos. O olmo abre seu coração onde a menina dorme, e lhe canta
rulos de amor que ela escuta, ainda que a árvore não tem bocas e suas palavras
são silenciosas.
Ela pensa que talvez, um amanhecer a árvore diga quanto a quer, mas a árvore é
mudo, reservado, cerimonioso.
E o coração do olmo bate aceleradamente cantando seu amor por dentro de suas
veias de seiva. Não pode falar, não tem língua, nem linguagem algum pode
expressar o que ele sente. E pelas noites a menina escuta que lhe diz: ¡Menina
minha! Sente umas mãos mornas acariciar seu corpo, e o atrito terno de uns
lábios beijar seus olhos.
Desvela-se e se pergunta: Por que? Por que eu sou uma sílfide e ele uma árvore,
e por que os dois nos amamos sem dizê-lo nunca?
E ao acordar-se ao dia seguinte a ninfa sente uma nostalgia persistente penetrar
em sua alma. Uma tristeza funda, profunda, horadante a invade inteira. Sonha
enquanto os raios do sol passeiam pelo bosque. Sonha desperta e se imagina sendo
uma mulher amada pelo homem. Mas são seus sonhos impossíveis, quando o
impossível nunca existiu para ela. Sonha longe dele para que não o saiba.
Ela selou sua boca para recitar seus doces versos que antanho lhe cantava à
árvore. Agora com temor, quiçá com medo de pronunciar palavra alguma que ofenda
a sua querida árvore. Mas o olmo singular, precisa seus versos, desesperado quer
ouvir aquelas doces palavras. Tem temor de que ela se perca pelo bosque.
Sofre por seus versos disseminados na fronda e tocados por vis mãos, não sabe
como defendê-la do vil ataque.
Mas a ninfa é forte, poderosa, saberá como defender-se e não quer que sua tão
amado olmo sofra por ela. Porque os versos que a ele lhe recitava, ninguém,
ninguém os tocou nunca. Ainda que ele não o sabe.
E escreveu outros poemas quando se encontrava longe, comunicando-se pela lua, os
colibries que libaban entre as rosas, e o água correndo pelos arroyuelos.
Poemas colmados de amor sublime, que ele não leu nem escutou nunca. Agora a
ninfa pensa sentada sobre uma pedra, longe de sua árvore: Se eu lesse estes
versos tristes, ele quiçá me diria que me ama? Tem temor de falar com a árvore,
só deixa cair de suas verdes pupilas todo o amor que lhe professa enquanto o
olha…
(Extrato do livro "O Bosque"
de Ludy Mellt Sekher)
I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS