Sekher Castle of Ludy Mellt Sekher


 

GOLPES
por Inés Beatriz Pereira de Lacona


Mamá y Papá se conocieron en La Plata cuando tenían 20 y 22 años. Mi abuela materna había viajado a visitar a mi abuela paterna. Habían sido amigas durante su juventud y después de muchos años se reencontraron con sus hijos ya grandes.
Mamá vivía en Tucumán y Papá en la ciudad de La Plata, en Buenos Aires. Los dos eran hermosos, Papá muy tímido e introvertido y Mamá muy charlatana y coqueta.
Papá tenía un primo que había puesto sus ojos en Mamá pero a ella le desagradaba y no sabía cómo hacer para eludirlo. No tuvo mejor idea que comenzar a estar todo el tiempo posible al lado de Papá que pasaba sus días reparando radios a transistor. Papá estudiaba para radiotelegrafista porque soñaba con recorrer el mundo trabajando en los barcos y Mamá era profesora de guitarra, corte y confección y estaba estudiando para perito mercantil porque quería seguir con ciencias económicas.
A medida que Mamá pasaba más tiempo al lado de Papá, él más se enamoraba, hasta que finalmente decidieron comenzar un noviazgo a distancia, ya que Mamá tenía que volver a Tucumán. Quedaron en que Papá iba a ir a visitarla cada tres meses.
Y así fue durante un año.
Mamá tenía una pésima relación con su Padre, lo único que quería era terminar con esa convivencia y el noviazgo con Papá le vino de maravillas. Por fin tenía la esperanza de irse de su casa.
Entre los viajes de Papá a Tucumán fueron preparando la boda hasta que finalmente se casaron bajo una tormenta torrencial pero con bombos, platillos y la publicación en "Acontecimientos Sociales" en los periódicos de Tucumán como a Mamá le gustaba.
Dicen las malas lenguas que la noche anterior a la boda Mamá lloró hasta cansarse y que en la ceremonia religiosa estaba presente un caballero desconocido para la familia pero que había quienes decían que lo había visto con ella en varias ocasiones.
Viajaron de luna de miel y se fueron a vivir a la ciudad de La Plata en Buenos Aires. Las cosas comenzaron mal desde un comienzo porque mi abuela materna, mis tíos y tías no la querían, solo la defendía la hermana más chica de mi Papá y mi abuelo paterno.
Los que estaban en su contra le decía que Papá era alcohólico y que no tenía remedio, pero la hermana más chica de mi Papá opinaba que él solo necesitaba amor y alguien en quien confiar, alguien que lo escuchara y le ayudara a sacar de a poco todo lo que tenía adentro.
Pero Mamá nunca tuvo demasiada paciencia, ni mucha sutileza. Estaba decepcionada porque Papá decidió no trabajar en los barcos para poder pasar más tiempo con ella y se consiguió un puesto en el Telégrafo de La Plata. Eso a Mamá no le gustó porque consideraba que él no tenía coraje para aventurarse a un futuro (según ella) más grande.
En el hogar de mis abuelos maternos siempre vivieron con lo justo, así creció Mamá. Mi abuelo era carpintero, guitarrista y lutero. Nunca quiso reclamar a su Madre ningún derecho sobre la hacienda familiar. Si enviaban algo era bien venido, sino, mala suerte.
Mamá se revelaba a esa vida poco holgada mientras veía como sus tías y primos gozaban del bienestar económico que brindaba la hacienda de mis bisabuelos. Por eso aspiraba a alcanzar una posición económica mejor.
Mi abuelo paterno tenía un muy buen pasar, había trabajado para crear una solidez económica para su familia, para lograrlo había viajado mucho y mi abuela al encontrarse sola, pidió ayuda a uno de sus cuñados para criar a sus hijos, eran 9. Uno de los hijos de los que se hizo cargo el hermano de mi abuelo fue mi Papá, creció lejos de su Mamá y de la mayoría de sus hermanos. Por eso cuando mi abuelo decidió dejar de viajar y la familia se reunió, Papá se hizo muy apegado a ellos. Quería disfrutarlos por todo el tiempo que no los había tenido.
Volvamos al matrimonio de Mamá y Papá. Al poco tiempo de casados Mamá perdió un embarazo que según las malas lenguas ya lo llevaba con ella cuando se casó y el señor misterioso de la iglesia parecía tener algo que ver. No tardó mucho en volver a quedar embarazada y nací yo, la misma que viste, calza y escribe.
A ese ambiente enrarecido que ya había entre mi Mamá, su suegra y sus cuñados se sumaron los celos con mi nacimiento. Resultó que yo era única nieta parecida a mi abuelo y para peor su consentida. Otra vez actuaban las malas lenguas diciendo que yo era hija de mi abuelo y no de mi Papá.
Repentinamente a mi Abuelo le diagnosticaron cáncer de próstata, él decidió asegurar mi futuro comprando una casa más grande para mi Papá y mi Mamá. Esto despertó unos celos negros entre mis tíos y tías, ¿cómo podía ser? Ellos habían tenido que procurarse el techo con sus propios esfuerzos mientras mi abuelo le hacía semejante regalo a su hijo más chico que además se había casado con esa mujer!
Cuando yo tenía ocho meses mi abuelo falleció pidiendo verme y haciéndole prometer a mi Papá que siempre me protegería. Más celos, ¿cómo podía ser que su último pensamiento no fuera para el resto de sus hijos y nietos?
A esta altura el matrimonio de Mamá y Papá no era precisamente un oasis y Papá comenzó a beber con más asiduidad.
Desde antes de casarse lo suyo era tomar de más durante alguna reunión o cuando salía a divertirse los sábados por la noche.
Yo tenía cinco meses cuando mi Mamá quedó embarazada de mi hermana. Al principio no lo podía creer pero cuando el médico se lo confirmó lo único que hacía era llorar porque no quería ese embarazo. No lo interrumpió, siguió adelante con él y nació mi hermana. Este nacimiento trajo más comentarios entre la familia porque mi hermana nació morochita como Mamá y Papá y yo era blanquita, rubia y de ojos claros como mi abuelo. Le hacían bromas a mi Papá y le preguntaban si ya había encontrado a mi verdadero padre, que buscara entre el lechero, el verdulero (que era rubio y como yo escuché toda mi infancia esos chistes me preguntaba si realmente podía ser mi papá, además él era muy bueno conmigo), o algún vecino que se me pareciera.
A Papá estos chistes le caían muy mal y cuando estaban a solas siempre eran motivo de pelea.
Mi hermana y yo crecíamos en ese hogar donde nunca se sabía cuando iba a estallar la tormenta. El alcoholismo de Papá cada vez era peor y cuando discutían Mamá le decía cosas cada vez más terribles hasta que no tuvo ningún problema en gritarle que ella no lo había querido jamás y que solo lo había usado para irse de su casa. Cada vez que peleaban se lo repetía y en alguna oportunidad en que se lo dijo estando Papá ebrio él comenzó a pegarle.
Cuando yo tenía más o menos cuatro o cinco años comencé a notar que a veces cuando Papá no estaba se arreglaba mucho y venía a buscarla algún amigo. Ella salía y nosotras quedábamos con la señora que trabajaba en casa. El problema se armaba cuando Papá llegaba y ella todavía no había regresado. Cuando Mamá entraba él la increpaba pidiéndole que le rindiera cuentas de dónde había estado y ahí comenzaban a pelear otra vez.
Alguna vez entre esos hombres que la pasaban a buscar estuvo mi tío (el esposo de una de las hermanas de mi Mamá) esto se supo y hubo una pelea entre las hermanas que no voy a olvidar jamás.
Mientras tanto mi hermana y yo nos hacíamos cada vez más unidas, cuando se desataban las tormentas solo nos teníamos la una a la otra. Además cuando ella nació a mi me dijeron que ella era mi responsabilidad, que mi misión era protegerla y me asignaron como tarea colocarle el chupete cada vez que llorara. Yo todavía no caminaba y andaba con un andador enorme con el que le destrozaba los tobillos a todo el mundo cada vez que salía corriendo a colocarle el chupete a mi hermana. Y gracias a ese trabajo aprendí a caminar sola porque una de esas veces que mi hermanita lloró yo estaba sentada en la cama sin andador y me bajé y fui a ponerle el chupete.
Volvamos a Mamá y Papá. El matrimonio ya era un caos, las peleas eran cosa de todos los días y los fines de semana eran de temer porque cuanto más tiempo pasaran juntos más riesgo había de un estallido en cualquier momento.
Mamá comenzó a reclamar espacio para su realización personal, decidió trabajar y comenzó a estudiar programación de computadoras. En aquellas épocas esa era una carrera solo de hombres, las mujeres no se metían con esas máquinas. Así que a Papá no le gustó que ella estudiara algo en lo que ella era la única mujer.
Mamá daba clases de contabilidad en la Universidad Católica y a Papá le reventaba que la saludaran sus alumnos si la cruzaban en la calle. Para él todos eran posibles candidatos.
Un fin de semana en carnaval Mamá había salido como tantas veces y habíamos quedado mi hermana y yo con mi Papá. Comenzó a anochecer y Papá nos preguntó si teníamos ganas de ir a ver el corso. Nosotras saltábamos de alegría así que nos cambió y salimos.
Cuando llegamos allá todo el mundo tiraba serpentinas, papel picado y espuma (yo la odiaba porque mojaba mi vestido y arruinaba mi pelito). Papá también nos compro a nosotras y allí nos encontramos con una vecina que vivía a la vuelta de casa, nosotras éramos amiguitas de sus nenas. La pasábamos bomba mirando las carrozas y tirando papel picado a todos los que pasaban cuando decidimos corrernos hacia otro lugar donde pudiéramos ver mejor. Estábamos en esa tarea cuando nos cruzamos de frente con Mamá abrazada a un señor que yo nunca había visto. Yo creí que me moría al ver la cara de mi Papá y como era habitual cuando se acercaba alguna pelea me comenzó a doler la panza. La Mamá de mis amiguitas nos tomó de la mano a mi hermana y a mi y nos alejó unos metros para que no escucháramos lo que hablaban. Nuestras amiguitas nos preguntaban si ese señor era el novio de nuestra mamá y nosotras no sabíamos qué decir, esto les costó a las chicas un coscorrón de su Mamá y todo quedó en silencio.
Como la conversación de Mamá y su novio con Papá se ponía cada vez peor nuestra vecina se acercó lo tomó a Papá de un brazo, les dijo algo a los tres y nos fuimos. Compartimos con ella (con la vecina) el taxi de regreso a casa y allí vi por primera vez llorar a mi Papá. Cuando llegamos a casa él nos hizo dormir y al otro día cuando nos levantamos nos preparó el desayuno mientras Mamá dormía.
No se hablaron durante toda la semana y en el fin de semana siguiente nos sentamos todos y Papá nos dijo que Mamá había decidido irse de casa y que era conveniente que nosotras viviéramos con ella porque los hijos no debía separase de su madre, él no se iba a ir porque esa era la casa de la familia y se iba a quedar esperando a que Mamá recapacite y vuelva con nosotras.
Nos fuimos a vivir a la casa de mi abuela, a la casa de mi tía la más chica, a la de mi tía la del medio, después se consiguió un marido con el que nos fuimos a vivir a Mendoza por un año, después se pelearon, volvimos a la Plata y Mamá decidió que era una buena idea tener una casa para nosotras solas pero en la Capital Federal, donde nadie nos conocía.
De todo esto Papá se enteraba por la familia o cuando íbamos nosotras a visitarlo. Él nos preguntaba y nosotras contábamos. Cada vez bebía más hasta que llegó un momento en que llegábamos, nos daba un besito y nos decía que volviéramos otro día porque él estaba durmiendo la siesta, la verdad era que ya estaba ebrio a cualquier hora del día.
Cuando nos mudamos a la Capital Federal teníamos 12 y 13 años, nuestros padres se habían separado cuando teníamos 8 y 9. Todo ese tiempo vivimos de acá para allá y conociendo nuevos novios de Mamá.
Alguna de nuestras tías nos contaban que Papá se enteraba de todo eso y se arrepentía de no tenernos con él, pero tampoco sabía cómo volver atrás con su alcoholismo. Cuando teníamos 15 y 16 años Papá falleció a causa de una embolia cerebral que le produjo el alcohol.
Mamá se casó ese año con el hombre que actualmente es su esposo. Pero este tampoco es un matrimonio feliz, esta vez el encargado de las infidelidades fue él y ella se las pagó con la misma moneda. Hasta alguna vez mi hermana y yo sufrimos alguna insinuación por parte de él. Pronto mi hermana se casó y quedé yo sola con ellos. Hasta que después me fui a vivir sola y dos años después me casé.
Mamá y su esposo siguen viviendo juntos, es una vida rara porque se llevan mal, él la insulta por cualquier cosa, ella se lo permite y se reconcilian para hacer algún proyecto de viaje y allí se van los dos felices a dar vueltas por el mundo.
Esta rara dicha tiene un precio (creo yo) muy alto para Mamá, porque él desde hace algunos años no deja que vayamos a visitarla y pocas veces la deja venir a casa, sino viene a escondidas.
A causa de esta situación con mi hermana está peleada desde hace cinco años con Mamá y no la ve ni le habla, tampoco deja que vea a mis sobrinitas. No le perdonas todas las cosas que pasaron a causa de su comportamiento. No encuentro la forma de hacer ceder a mi hermana, ella es muy terca y orgullosa. A mi realmente no me afecta la forma de ser de Mamá, ella es así, si acepto que sea morochita, gordita, charlatana o que tenga el pelo lacio porqué no voy a aceptar otros aspectos de ella? Pero mi hermana no lo entiende y se olvida de que ella también es madre y que a pesar de sus errores Mamá nos tiene el mismo amor que ella tiene por sus hijas. Así que de una forma u otra Mamá sigue recibiendo golpes.
Dios quiera que esto cambie alguna vez.

Inés Beatriz Pereyra
inesbea@sekher.com



MUCHAS GRACIAS BEATRIZ!

LUDY






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