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EL
BOSQUE
I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS
A la Memoria de la única persona que
encontré en este mundo con verdadera Armonía,
Mi Padre.
DIOS ESTÁ CONTIGO PAPITO
Ludy Mellt Sekher
ESPERANDO LA PRIMAVERA
Versión portugués
NUESTRO
AGRADECIMIENTO A:
© Diana Elizabeth Stanley
y
Jonathon
Earl Bowser
POR SUS BELLAS IMÁGENES
MUCHAS GRACIAS
LUDY
El bosque anaranjado, ocre y amarillo
muestra el verano adormecido en su ramaje. El agua diáfana perpetúa su recorrido sin
detenerse. Corriendo entre cristales llevando barcas de hojas danzarinas entre sus olas y
espuma.
Los troncos temblorosos de frágiles arbolitos tiemblan ante la brisa fresca, que
perfila y presiente la primavera.
Los formidables eucaliptus parecen columnas griegas contorneándose en el horizonte.
Los centinelas pinos vigilan el bosque entero.
Más allá el lago se duerme entre diminutos
pentagramas. Su música lleva lejos los recuerdos de un beatífico verano. Los gorjeos
tempraneros de los pájaros se preparan para el invernáculo de sus nidos. Y las hojas
marrones, amarillas, rojas y doradas imitan mariposas danzando en espirales hacia el
suelo.
Alfombrada por ellas la tierra se humedece,
mojando sin querer los pies de la ninfa. Ahora es otoño, y la ninfa con sus alas de
libélula vuela entre un arbusto y otro. Se sienta entre las piedras junto al arroyo.
Deja fantasear sus sueños despiertos y
escribe más poemas en las corolas de las últimas flores del verano. Pero hay alguien
cerca de ella que aún se le hace invisible
Hoy la niña está feliz, porque ha oído la voz de su amado. Ella sabe más que
ninguna que solo eso la convierte en la más dichosa. Y por el río corre un camalote. Alguien lo
colocó con manos de ángel
La ninfa salta a él con sus pies de bailarina. Se deja
navegar por el arroyuelo, mientras se prepara un bello vestido con alas de mariposa. Y una
corona de jazmines galardona sus cabeza. Los lirios del campo le aroman las burbujas con
que perfuma sus cabellos. Y la colibrí amiga llega frenando con sus
miles alitas en el aire, para despedirse de ella. Llegará el inclemente invierno
engalanado de heladas. Y todos sus amigos han de refugiarse del crudo frío. Pero la ve
radiante y encantada. Sonríe con su largo pico y pregunta qué ha pasado. Me ha dicho, ¡Niña mía! ¡No te
vayas! ¿Sabes? Amiga colibrí, ¡no me iré de su lado!. He de quedarme con él, todo el
otoño y el invierno. Me estoy preparando para quedarme dentro suyo mientras dure el frío
tiempo. La colibrí la escuchaba silenciosa con temor de que la ninfa no resistiera
el aterido invierno. No temas por mi, amiga mía,
permaneceré dentro del nido de su tronco. Sé que me cuidará, y el calor de su corazón
me dará abrigo. Soy feliz, he sentido con los oídos del alma que me ha dicho que me ama.
Y no deseo nada más que éso Que me ame. No quiero pedirle nada. Es un árbol con
raíces muy profundas en la tierra. Y yo lo amo así. Me quedaré con él. Ve tranquila,
nos veremos en la primavera. Cuídate mucho, bella ninfa, ya verás
como tus sueños volverán con la primavera a transformarse en realidad. Sé que lo
harás feliz. Pero, antes de irme quiero revelarte un secreto. Durante el invierno, en una
noche de luna redonda y espejada, hay una flor que abre su corola enorme y blanca en una
sola noche. Si puedes encontrarla escribe en ella tu poema mejor. Verás que ésa es la
flor mágica que hará el prodigio. ¿Cuál es esa flor? preguntó
la ninfa. Hay una sola planta en todo el bosque,
es la Dama de la noche. Su flor tiene cinco pétalos grandes, blancos y aterciopelados. Es
del tamaño de una paloma con sus alas abiertas. ¡Búscala, búscala, durante el
invierno. ¡Es mágica!. ¡Adiós querida amiga! Y se fue volando entre los árboles
La ninfa guardó el secreto dentro de su
alma. No quería cambiar nada. Pero sí deseaba con toda su alma encontrar la mágica
planta.
Y al caer la tarde con multicolores rayos la ninfa volvió con su árbol amado. Y al
pasar los días como círculos concéntricos, en cada vuelta dentro del corazón de su
nido ella vio los ojos de su amado. Todo el amor del universo se reflejaba en ellos aunque
por momentos el no pronunciara sus dulces palabras. ¡Niña mía! Mientras estaban juntos platicaban de los
misterios de aquel hermoso bosque. De la incógnita de su encuentro. Del porqué de sus
vidas, tan dispares y tan cercanas. De los deberes de cada uno. Del porqué se necesitaban
tanto. De cómo se comunicaban con sus mentes, hablándose a distancias tan remotas. De lo
sublime que era el sentimiento que los unía, jamás hablaban. Pero los dos lo sabían. Y la ninfa pensaba si encontraría la bella
flor que brotaría en una sola noche, que era mágica, pero tal vez no la encontrara.
Aunque el olmo se asustara por ella si salía de noche, él presentía que algo muy
bello sucedería.... Y la dejaba partir de entre sus brazos... Cada luminosa noche, con la diosa luna
refulgente y redonda paseando por el cielo estrellado, la ninfa volaba por el bosque
buscando la planta misteriosa
Y pasaba el otoño
Entre el bosque los árboles desnudos y ateridos mostraban
la llegada del frío invierno. Pocos pájaros cantaban, solo los fuertes gorriones, y
algún búho entre las noches dejaba silbar su lúgubre chillido. Y cada noche la ninfa recitaba sus dulces
versos. Dentro del árbol en aquel nidito había un mundo de sueños y amor sublime. Entre
ellos la más melodiosa de las músicas, la más grandiosa de las ternuras, el más
hermoso mundo de amistad y compañía, la comprensión absoluta de dos seres que se amaban
sin condiciones. >Su secreto los unía como cofre cerrado
herméticamente. Cuando estaban juntos ese arcón se abría para guardar más y más
secretos como preciosas gemas. Y los dos lo cerraban para resguardarlo del bosque que
receloso envidiaba sus compañías.
Jonathon
Earl Bowser
Lejos de ellos existía un mundo donde
habían dos soles de esmeraldas brillando intensamente, y dos lunas anaranjadas. La tierra
era de arenas doradas y los mares azules profundos de espumas rosadas. El cielo violeta
rutilante que desde el cenit se deslizaba en lilas sobre el horizonte ilimitado. Los
árboles eran amarillos, verdes, azules y rojos y sus flores parecían piedras preciosas
amándose entre si. Los animales que allí vivían en perfecta armonía lucían sus plumas
y pieles exuberantes de matices. La paz más hermosa se respiraba en el aire puro. La
armonía más beatífica cantaba su bella melodía en aquel edén. De enormes cascadas de agua cristalina
fluían miles de arco iris diferentes mezclándose con las piedras preciosas de sus
caudales. Los riachuelos continuaban sinuosos por los senderos regando el vergel de un
césped azul intenso. En ese mundo no existían alimañas, ni depredadores, ni bestias
horrendas. No existía la maldad, el egoísmo, la envidia, ni la mezquindad. No había
estaciones, ni veranos, ni inviernos, sino una eterna primavera. No sucedían terremotos ,
ni huracanes, ni desastres naturales.
Jonathon
Earl Bowser
Los árboles crecían de a pares, siempre en
pareja donde sus troncos se envolvían uno al otro entretejiéndose sus ramas y hojas. Uno
era masculino y otro femenino. Eternamente nacían juntos. Todo, absolutamente todo, era
eterno en ese mundo. Por siglos y siglos que allí no se contaban, cada ser viviente
tenía su complemento.
Era un planeta donde solo existía la libertad absoluta, la paz, la armonía, la
comprensión, la bondad, el amor. Los seres que allí habitaban eran transparentes,
etéreos, agraciados, generosos, celestiales. Eran ángeles
Y como ángeles convivían en ese mundo
ideal. Vivían en un perfecto orden y armonía donde adoraban a un solo dios, que era
quién los había creado. Ese dios era la Luz. Esencia divina de donde provenía la
perfección, la gracia y la belleza. Y en un instante la Luz decidió iluminar la tierra,
con la misión de rescatar a la ninfa que vagaba por el bosque buscando la extraña
flor
Que había vuelto al bosque convertida en ninfa a pesar de ser ángel, porque
aún no sabía que su amigo árbol era el portal por donde desfilaría la entrada triunfal
del ángel, ya convertido en arcángel
Mientras el maravilloso arcángel dorado
arribaba al bosque, iba pensando la forma en que se personalizaría frente a la ninfa para
no dejarla ciega con la luz que emanaba de él. Y comenzó lenta y suavemente a aparecer
frente a los ojos tristes de la ninfa, de diversas formas. Un día dejó caer bailando desde el cielo
una pluma de águila blanca. La ninfa recogió la pluma desde el aire y la guardó
estremecida por la vibración que causó en su alma
Los días fueron pasando tras
las noches, en que la ninfa continuaba durmiendo en el hueco del árbol
Otro día el arcángel hizo florecer unas
rosas como rubíes alrededor de la ninfa. Ella recogió las rosas y fue guardando uno a
uno sus pétalos en su cofre donde escondía sus poemas. Las rosas dejaron un perfume en
su alma que la niña no lograba comprender, pero la llenaba de una devoción
desconocida
El mensajero celeste la protegía, aún invisible para ella. Todos los días con la
suavidad irrebatible de un arcángel le iba mostrando algo que la ninfa siempre había
imaginado
Y en el bosque caía el invierno crudo y
encarnizado desnudando los árboles y mostrando los esqueletos de sus flores calaveras.
Parecían estatuas lúgubres y tétricas para la ninfa. Estatuas de piedra que intentaban
moverse y sonreírle con sus risas de adoquines. Lenta y melodiosa la voz del arcángel
fue acercándose a los oídos de la niña que cada vez se estremecía más y más con
aquella voz. Un día se mostró como una blanca águila que voló y voló muy cerca de
ella, y la ninfa miraba aquella ave hermosa por el cielo y pensaba cómo poder
alcanzarla
El mismo estremecimiento le volvía una y
otra vez a su alma, su corazón y su mente. Recurrente, pero lento y suave como siempre en
toda su vida había vislumbrado sentir un sentimiento. El arcángel sabio, conocía muy
bien el alma de la ninfa. Había descifrado con la sabiduría celestial que poseía cual
era el sufrimiento de la niña
Pero el arcángel continuaba preocupado en aparecer frente a ella y dejarla ciega con
su luz. El arcángel erudito sabía la verdad. La
protegía, la cuidaba sin que ella lo notara. Pero sí, ella sentía algo sublime desde
lejos, algo lejanamente conocido, como si viniera de un mundo muy lejano, de un mundo
donde ella había vivido alguna vez
Y la ninfa entre tantos sueños
despedazados, comprendió la pureza que la llevó a creer en árboles graníticos, en
gigantes de piedra tratando de retenerla en aquel bosque porque ella le daba vida y
alimento a todos. Comprendió la magia suprema de su vida. Y aquel arcángel que se
acercaba lenta y melodiosamente a ella para mostrarle el cielo que ella había abandonado. Guardaba entre sus recuerdos todas las cosas
que el arcángel sutil y majestuoso le había dejado caer en sus manos. Pero no sabía de
qué se trataba, sentía desde un tiempo que algo mágico se había internado lánguida y
armoniosamente en su alma
Y la verdad surgió resplandeciente un día
frente a ella cuando ya había abandonado el bosque y realizaba su tarea de alimentar sus
amigos del valle.
El arcángel venido de aquel otro mundo que ella conocía no sabía desde cuando,
vestido de caballero se presentó ante ella tratando de ocultar su luz, como siempre para
no cegarla. Le trajo su música, su ternura exquisita, su presencia celestial. Y la maga
mirando sus manos, recordó inusitadamente de donde venía
Eran las manos que tanto había amado desde
tiempos inmemoriales. Era el ser majestuoso que un día ella había encontrado en un campo
de trigo dorado por el universo, siglos atrás, por el cual había sentido el verdadero
amor divino. Era el ser al cual le había orado tantas veces que se apareciera como ser
humano, aunque fuera una sola vez
Aunque muriera después de verlo
Y allí estaba, junto a ella, en todo
momento, sabiendo cuando estaba triste y cuando alegre, si lo necesitaba o no.
Protegiéndola constantemente aunque se hallara muy lejos de ella.
Y nunca más se sintió sola, nunca más lloró por las estatuas de piedra, ni los
árboles esqueletos. Su mundo se convirtió en un jardín constantemente perfumado. Ahora
no estaba sola en la tierra, sabía cómo seguir el camino que tenía marcado en su vida.
Ahora de la mano del arcángel podría continuar su tarea. Y el antiguo bosque había desaparecido,
fulminado por la luz del arcángel. Y el mundo en el que la ninfa vivía ahora era un
universo de alas, gráciles columnas, flores resplandecientes, águilas blancas, ángeles
celestiales
Y ahora la vida prosigue su camino de descubrimientos, de águilas, de
arcángel, junto a la ninfa que ya no se siente sola en este planeta. Lo tiene todo
Íntegro lo que anhelaba, fue llegando a su
vida sobre la tierra, y construyó otro castillo con un altar donde colocó a su
arcángel. Y llenó su existencia de poesía, de dulzura, de amistad sincera y sublime, de
fraternidad, de amor purísimo. EL ARCÁNGEL NO ERA OTRO QUE SU MISMO
ÁRBOL ADORADO.... Que al llegar la primavera, había desprendido
sus raíces de la tierra, dejó crecer sus alas... Y pudo llegar hacia el Reino de Dios...
El mayor milagro lo había hecho Él Árbol,
sólo él.
Logró convertirse en Arcángel mucho antes que la ninfa lo imaginara... Y sobre la tierra, en el bosque, se seguían
viendo los Dos Árboles, pero ahora , eran uno solo... UN SOLO ÁRBOL ESPERANDO LA PRIMAVERA.... LUDY MELLT SEKHER
(Extracto
del libro "El Bosque"
de Ludy Mellt Sekher)
I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS
Portugues
ESPERANDO A PRIMAVERA
NOSSO AGRADECIMENTO A:
© Diana Elizabeth Stanley
y
Jonathon
Earl Bowser
POR SUAS BELAS IMAGENS
OBRIGADA
LUDY
O bosque alaranjado, ocre e amarelo mostra o verão adormecido em seu ramaje. O
água diáfana perpetua seu percurso sem deter-se. Correndo entre cristais levando
barcas de folhas danzarinas entre suas ondas e espuma.
Os troncos trémulos de frágeis arbolitos tremem ante a brisa fresca, que perfila
e pressente a primavera.
Os formidáveis eucaliptus parecem colunas gregas contornando-se no horizonte. Os
sentinelas pinheiros vigiam o bosque inteiro.
Além o lago se dorme entre diminutos pentagramas. Sua música leva longe as
recordações de um beatífico verão. Os gorjeos tempraneros dos pássaros se
preparam para o invernáculo de seus ninhos. E as folhas marrons, amarelas,
vermelhas e douradas imitam borboletas dançando em espirais para o solo.
Alfombrada por elas a terra se humedece, molhando sem querer os pés da ninfa.
Agora é outono, e a ninfa com suas asas de libélula voa entre um arbusto e outro.
Senta-se entre as pedras junto ao ribeiro.
Deixa fantasiar seus sonhos despertos e escreve mais poemas nas corolas das
últimas flores do verão. Mas há alguém cerca dela que ainda se lhe faz invisível…
Hoje a menina está feliz, porque ouviu a voz de seu amado. Ela sabe mais do que
nenhuma do que só isso a converte na mais ditosa.
E pelo rio corre um camalote. Alguém o colocou com mãos de anjo… A ninfa salta a
ele com seus pés de bailarina. Deixa-se navegar pelo arroyuelo, enquanto se
prepara um belo vestido com asas de borboleta. E uma coroa de jasmins galardoa
suas cabeça. Os lírios do campo lhe aroman as borbulhas com que perfuma seus
cabelos.
E a colibri amiga chega freando com suas milhares alitas no ar, para despedir-se
dela. Chegará o inclemente inverno engalanado de geadas. E todos seus amigos têm
de refugiar-se do crude frio. Mas a vê radiante e super feliz. Sorri com seu
longo bico e pergunta que passou.
—Me disse, ¡Menina minha! ¡Não te vás Sabes? Amiga colibri, ¡não me irei de seu
lado!. Tenho de ficar-me com ele, todo o outono e o inverno. Estou-me preparando
para ficar-me dentro seu enquanto dure o frio tempo. —A colibri a escutava
silenciosa com temor de que a ninfa não resistisse o aterido inverno.
—Não temas por meu, amiga minha, permanecerei dentro do ninho de seu tronco. Sei
que me cuidará, e o calor de seu coração me dará casaco. Sou feliz, senti com os
ouvidos do alma que me disse que me ama. E não desejo nada mais que éso. Que me
ame. Não quero pedir-lhe nada. É uma árvore com raízes muito profundas na terra.
E eu o amo assim. Ficarei com ele. Vê calma, nos veremos na primavera.
—Cuida-te muito, bela ninfa, já verás como teus sonhos voltarão com a primavera
a transformar-se em realidade. Sei que o farás feliz. Mas, antes de ir-me quero
revelar-te um segredo. Durante o inverno, numa noite de lua redonda e espejada,
há uma flor que abre sua corola enorme e branca numa só noite. Se podes encontrá-la
escreve nela teu poema melhor. Verás que essa é a flor mágica que fará o
prodígio.
—Qual é essa flor? —perguntou a ninfa.
—Há uma só planta em todo o bosque, é a Dama da noite. Sua flor tem cinco
pétalas grandes, brancos e aterciopelados. É do tamanho de uma pomba com suas
asas abertas. ¡Procura-a, procura-a, durante o inverno. ¡É mágica!. ¡Adeus
querida amiga! E se foi voando entre as árvores…
A ninfa guardou o segredo dentro de sua alma. Não queria mudar nada. Mas sim
desejava com toda sua alma encontrar a mágica planta.
E ao cair a tarde com multicolores raios a ninfa voltou com sua árvore amada. E
ao passar os dias como círculos concéntricos, em cada volta dentro do coração de
seu ninho ela viu os olhos de seu amado. Todo o amor do universo se refletia
neles ainda que por momentos o não pronunciasse suas doces palavras. ¡Menina
minha!
Enquanto estavam juntos platicaban dos mistérios daquele formoso bosque. Da
incógnita de seu encontro. Do porquê de suas vidas, tão díspares e tão próximas.
Dos deveres de cada um. Do porquê se precisavam tanto. De como se comunicavam
com suas mentes, falando-se a distâncias tão remotas. Do sublime que era o
sentimento que os unia, jamais falavam. Mas os dois o sabiam.
E a ninfa pensava se encontraria a bela flor que brotaria numa só noite, que era
mágica, mas talvez não a encontrasse.
Ainda que o olmo se assustasse por ela se saía de noite, ele pressentia que algo
muito belo sucederia.... E a deixava partir de entre seus braços...
Cada luminosa noite, com a deusa lua refulgente e redonda passeando pelo céu
despedaçado, a ninfa voava pelo bosque procurando a planta misteriosa…
E passava o outono… Entre o bosque as árvores nuas e ateridos mostravam a
chegada do frio inverno. Poucos pássaros cantavam, só os fortes pardais, e algum
búho entre as noites deixava assobiar seu lúgubre grito.
E cada noite a ninfa recitava seus doces versos. Dentro da árvore naquele nidito
tinha um mundo de sonhos e amor sublime. Entre eles a mais melodiosa das
músicas, a mais grandiosa das ternuras, o mais formoso mundo de amizade e
companhia, o entendimento absoluto de dois seres que se amavam sem condições.
Seu segredo os unia como cofre fechado herméticamente. Quando estavam juntos
esse baú se abria para guardar mais e mais secretos como preciosas gemas. E os
dois o fechavam para resguardá-lo do bosque que receloso invejava suas
companhias.
Longe deles existia um mundo onde tinham dois sóis de esmeraldas brilhando
intensamente, e duas luas alaranjadas. A terra era de areias douradas e os mares
azuis profundos de espumas rosadas. O céu violeta rutilante que desde o cenit se
deslizava em lilás sobre o horizonte ilimitado. As árvores eram amarelas,
verdes, azuis e vermelhos e suas flores pareciam pedras preciosas amando-se
entre se. Os animais que ali viviam em perfeita harmonia luziam suas plumas e
peles exuberantes de matizes. A paz mais formosa se respirava no ar puro. A
harmonia mais beatífica cantava sua bela melodia naquele edén.
De enormes cascatas de água cristalina fluíam milhares de arco íris diferentes
misturando-se com as pedras preciosas de seus volumes. Os riachos continuavam
sinuosos pelos caminhos regando o vergel de uma grama azul intenso. Nesse mundo
não existiam alimañas, nem depredadores, nem bestas horrendas. Não existia a
maldade, o egoísmo, a inveja, nem a mesquinharia. Não tinha estações, nem verões,
nem invernos, senão uma eterna primavera. Não sucediam terremotos , nem furacões,
nem desastres naturais.
As árvores cresciam da pares, sempre em casal onde seus troncos se envolviam um
ao outro entretejiéndose seus ramos e folhas. Um era masculino e outro feminino.
Eternamente nasciam juntos. Tudo, absolutamente tudo, era eterno nesse mundo.
Por séculos e séculos que ali não se contavam, cada ser vivente tinha seu
complemento.
Era um planeta onde só existia a liberdade absoluta, a paz, a harmonia, o
entendimento, a bondade, o amor. Os seres que ali habitavam eram transparentes,
etéreos, agraciados, generosos, celestiais. Eram anjos…
E como anjos conviviam nesse mundo ideal. Viviam num perfeito ordem e harmonia
onde adoravam a um só deus, que era quem os tinha criado. Esse deus era a Luz.
Essência divina de onde provia a perfeição, a graça e a beleza. E num instante a
Luz decidiu alumiar a terra, com a missão de resgatar à ninfa que vagava pelo
bosque procurando a estranha flor… Que tinha voltado ao bosque convertida em
ninfa apesar de ser anjo, porque ainda não sabia que seu amigo árvore era o
portal por onde desfilaria a entrada triunfal do anjo, já convertido em
arcángel…
Enquanto o maravilhoso arcángel dourado aportava ao bosque, ia pensando a forma
em que se personalizaria frente à ninfa para não a deixar cega com a luz que
emanava dele. E começou lenta e suavemente a aparecer frente aos olhos tristes
da ninfa, de diversas formas.
Um dia deixou cair dançando desde o céu uma pluma de águia branca. A ninfa
recolheu a pluma desde o ar e a guardou estremecida pela vibração que causou em
sua alma… Os dias foram passando depois das noites em que a ninfa continuava
dormindo no oco da árvore…
Outro dia o arcángel fez florescer umas rosas como rubis ao redor da ninfa. Ela
recolheu as rosas e foi guardando um a um suas pétalas em seu cofre onde
escondia seus poemas. As rosas deixaram um perfume em sua alma que a menina não
conseguia compreender, mas a enchia de uma devoção desconhecida…
O mensageiro celeste a protegia, ainda invisível para ela. Todos os dias com a
suavidade irrebatible de um arcángel lhe ia mostrando algo que a ninfa sempre
tinha imaginado…
E no bosque caía o inverno cru e encarnizado despindo as árvores e mostrando os
esqueletos de suas flores caveiras. Pareciam estátuas lúgubres e tétricas para a
ninfa. Estátuas de pedra que tentavam mover-se e sorrir-lhe com seus risos de
adoquines. Lenta e melodiosa a voz do arcángel foi acercando-se aos ouvidos da
menina que cada vez se estremecia mais e mais com aquela voz. Um dia se mostrou
como uma branca águia que voou e voou muito cerca dela, e a ninfa olhava aquela
ave formosa pelo céu e pensava como poder atingí-la…
O mesmo estremecimento lhe voltava uma e outra vez a sua alma, seu coração e sua
mente. Recorrente, mas lento e suave como sempre em toda sua vida tinha
vislumbrado sentir um sentimento. O arcángel sábio, conhecia muito bem o alma da
ninfa. Tinha decifrado com a sabedoria celestial que possuía qual era o
sofrimento da menina…
Mas o arcángel continuava preocupado em aparecer frente a ela e deixá-la cega
com sua luz.
O arcángel erudito sabia a verdade. PROTEGIA-A, cuidava-a sem que ela o notasse.
Mas sim, ela sentia algo sublime desde longe, algo longinquamente conhecido,
como se viesse de um mundo muito longínquo, de um mundo onde ela tinha vivido
alguma vez… E a ninfa entre tantos sonhos despedaçados, compreendeu a pureza que
a levou a acreditar em árvores graníticas, em gigantes de pedra tratando de retê-la
naquele bosque porque ela lhe dava vida e alimento a todos. Compreendeu a magia
suprema de sua vida. E aquele arcángel que se acercava lenta e melodiosamente a
ela para mostrar-lhe o céu que ela tinha abandonado.
Guardava entre suas recordações todas as coisas que o arcángel subtil e
majestoso lhe tinha deixado cair em suas mãos. Mas não sabia de que se tratava,
sentia desde um tempo que algo mágico se tinha internado lánguida e
harmoniosamente em sua alma…
E a verdade surgiu resplandeciente um dia frente a ela quando já tinha
abandonado o bosque e realizava sua tarefa de alimentar seus amigos do vale.
O arcángel vindo daquele outro mundo que ela conhecia não sabia desde quando,
vestido de cavaleiro se apresentou ante ela tratando de ocultar sua luz, como
sempre para não a cegar. Trouxe-lhe sua música, sua ternura extraordinária, sua
presença celestial. E a maga olhando suas mãos, recordou inusitadamente de onde
vinha…
Eram as mãos que tanto tinha amado desde tempos inmemoriales. Era o ser
majestoso que um dia ela tinha encontrado num campo de trigo dourado pelo
universo, séculos atrás, pelo qual tinha sentido o verdadeiro amor divino. Era o
ser ao qual lhe tinha orado tantas vezes que se aparecesse como ser humano,
ainda que fosse uma só vez… Ainda que morresse depois de vê-lo…
E ali estava, junto a ela, em todo momento , sabendo quando estava triste e
quando alegre, se o precisava ou não. Protegendo-a constantemente ainda que se
achasse muito longe dela.
E nunca mais se sentiu só, nunca mais chorou pelas estátuas de pedra, nem as
árvores esqueletos. Seu mundo se converteu num jardim constantemente perfumado.
Agora não estava só na terra, sabia como seguir o caminho que tinha marcado em
sua vida. Agora da mão do arcángel poderia continuar sua tarefa.
E o antigo bosque tinha desaparecido, fulminado pela luz do arcángel. E o mundo
no que a ninfa vivia agora era um universo de asas, gráciles colunas, flores
resplandecientes, águias brancas, anjos celestiais…
E agora a vida prossegue seu caminho de descobertas, de águias, de arcángel ,
junto à ninfa que já não se sente só neste planeta. Tem-o tudo…
Íntegro o que almejava, foi chegando a sua vida sobre a terra, e construiu outro
castelo com um altar onde colocou a seu arcángel. E encheu sua existência de
poesia, de doçura, de amizade sincera e sublime, de fraternidade de amor
purísimo.
O ARCÁNGEL NÃO ERA OUTRO QUE SUA MESMA ÁRVORE ADORADO....
Que ao chegar a primavera, tinha desprendido suas raízes da terra, deixou
crescer suas asas... E pôde chegar para o Reino de Deus...
O maior milagre o tinha feito Ele Árvore, só ele.
Conseguiu converter-se em Arcángel muito antes que a ninfa o imaginasse...
E sobre a terra, no bosque, seguiam-se vendo as Duas Árvores, mas agora , eram
um só...
UMA SÓ ÁRVORE ESPERANDO A PRIMAVERA....
LUDY MELLT SEKHER
(Extrato do livro "O Bosque"
de Ludy Mellt Sekher)
I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS
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