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LAS GRANDES RELIGIONES

EL CUARTO CAMINO
Enseñanzas de G. I. Gurdieff
Por Edgar Jerezano (ToRaSYaH)





Por la propia naturaleza del conocimiento le esta prohibido llegar a ser jamás propiedad común. El conocimiento es mucho más accesible de lo que generalmente se cree y todo el problema estriba en que la gente no lo quiere o no lo puede recibir.

La adquisición o la transmisión del verdadero conocimiento exige una gran labor y grandes esfuerzos, tanto de parte del que recibe como del que da. Aquellos que poseen este conocimiento hacen todo lo posible por transmitirlo y comunicarlo al mayor número posible de hombres. Pero el conocimiento no puede ser impuesto por la fuerza a aquellos que no lo quieren.

Quien desee el conocimiento debe hacer por sí mismo los primeros esfuerzos para encontrar la fuente, para aproximarse a ella, ayudándose por las indicaciones dadas a todos, pero que la gente, por regla general, no desea ver ni reconocer. El conocimiento no puede llegar gratuitamente a los hombres sin esfuerzos de su parte.

Un hombre no puede alcanzar el conocimiento sino con la ayuda de aquellos que lo poseen. Hay que aprender de los que saben.

Según una antigua enseñanza el hombre se compone de cuatro cuerpos, constituidos por sustancias que se hacen cada vez más y más finas, interpenetrándose y formando cuatro organismos que tiene entre si una relación bien definida sin dejar de ser independientes y que son capaces de actuar independientemente.

Según la terminología cristiana el primero es el cuerpo físico, el segundo es el cuerpo "natural", el tercero es el cuerpo "espiritual" y el cuarto el cuerpo "divino". En la terminología teosófica son: físico, astral, mental y causal (de la voluntad).

En el lenguaje lleno de imágenes de ciertas enseñanzas orientales, el primero es el carruaje (cuerpo), el segundo es el caballo (sentimientos, deseos, emociones), el tercero es el cochero (pensamiento, razón) y el cuarto es el amo (Yo Superior, conciencia, voluntad, Ser, Espíritu).

Y en verdad ningún hombre tiene derecho a ser llamado un Hombre, en el pleno sentido de la palabra, hasta que sus cuatro cuerpos se han desarrollado, unificado, alineado y armonizado totalmente. Por eso el hombre verdadero posee numerosas propiedades que el hombre ordinario no tiene. Una de estas propiedades es la inmortalidad.

Algunas enseñanzas comparan al hombre con una casa de 4 habitaciones. El hombre vive en la más pequeña y miserable de todas y hasta que le sea dicho no tiene la menor sospecha de la existencia de las otras tres, llenas de tesoros. Cuando oye hablar de ellas, comienza a buscar las llaves de estas habitaciones, especialmente de la cuarta, la más importante de todas. Y cuando un hombre ha encontrado el medio de penetrar en ella se convierte realmente en el amo de la casa, porque es solamente entonces que la casa le pertenece plenamente y para siempre.

La cuarta habitación le da la hombre la inmortalidad hacia la cual todas las enseñanzas religiosas se esfuerzan en mostrarle el camino. Todos los caminos que conducen a la inmortalidad pueden dividirse en tres categorías:

1.- El camino del faquir. 2.- El camino del monje. 3.- El camino del yogui.

El camino del faquir es el de la lucha con el cuerpo físico, la primera habitación, es largo, difícil y dudoso. El faquir se esfuerza en desarrollar la voluntad física, el poder sobre el cuerpo. Su camino está hecho de ejercicios físicos increíblemente penosos. Cuando conquista la voluntad está le ayuda a continuar su camino donde tratará de desarrollar las funciones emocionales e intelectuales. Es el primer camino.

El segundo es el del monje. Es el camino de la fe, del sentimiento religioso y de los sacrificios. El monje concentra su trabajo en la segunda habitación, en el segundo cuerpo, es decir sobre los sentimientos. Somete todas sus emociones a una sola, que es la fe, desarrolla en si mismo la unidad, la voluntad sobre las emociones. Pero su cuerpo físico y sus capacidades intelectuales han quedado sin desarrollo y para cultivarlos tendrá que hacerlo mediante nuevos sacrificios, nuevas austeridades, nuevos renunciamientos.

El tercer camino es el del yogui, es el camino del conocimiento, el camino del intelecto, el yogui trabaja sobre la tercera habitación. Desarrolla su intelecto pero su cuerpo y emociones han quedado sin desarrollo. Lo sabe todo pero no puede hacer nada. Ahora debe conquistar el dominio sobre su cuerpo y emociones y ello requiere esfuerzos prolongados. Sin embargo el tiene la ventaja de comprender su situación, de conocer lo que le falta, lo que debe hacer y la dirección que debe seguir.

Los caminos difieren respecto de la relación con el maestro o guía espiritual. El faquir solo imita a su maestro; el monje debe tener fe absoluta en su maestro, someterse a él, servir y obedecer. El yogui al comienzo imita a su maestro como el faquir y cree en el como el monje. Pero después llega a ser su propio maestro, aprende los métodos de su maestro y se los aplica a si mismo.

Estos caminos tienen un punto en común. Todos comienzan por lo que es más difícil, un cambio total de vida, un renunciamiento a todo lo que es de este mundo. Desde el primer día, debe morir para el mundo.

Es indispensable darse cuenta cabal de que los caminos son los únicos métodos capaces de asegurar el desarrollo de las posibilidades ocultas del hombre. Este desarrollo no es de ninguna manera necesario a la naturaleza. Esto explica las dificultades y el carácter exclusivo de los caminos. Son estrictos y estrechos. Los caminos se oponen a la vida de todos los días, ese es el secreto de su poder y significación.

En una vida ordinaria llena de intereses filosóficos, religiosos, científicos, artísticos o sociales no hay nada que ofrezca las posibilidades de desarrollo contenidas en los caminos. Porque éstos llevan al hombre o pueden llevarlo a la inmortalidad. La vida mundana aún la más exitosa lleva a la muerte.

Si una persona no puede ser faquir, monje o yogui, podemos afirmar con certeza absoluta que sus posibilidades no pueden ser desarrolladas y que no se desarrollarán jamás. En las condiciones ordinarias de la vida civilizada, un hombre aún inteligente, su búsqueda del conocimiento, es sin esperanza. La situación seria desesperada si no existiese otra posibilidad, la del cuarto camino.

El cuarto camino no exige que uno se retire del mundo, no exige que uno abandone todo aquello por lo que se ha vivido hasta el momento. La preparación para el cuarto camino se adquiere en la vida ordinaria. Quien quiera seguirlo tiene que reunir en su vida condiciones favorables al trabajo o por lo menos aquellas que no lo hagan imposible. Pues tanto en lo interior como en lo exterior ciertas condiciones pueden constituir barreras infranqueables para el cuarto camino.

Este camino contrariamente al del faquir, al del monje y al del yogui, no tiene forma definida. Ante todo tiene que ser hallado. Es la primera prueba.

Su comienzo es más fácil que los otros tres, es posible recorrerlo mientras uno continua atendiendo sus ocupaciones ordinarias, sin abandonar nada. Este camino no exige el renunciamiento. Por el contrario las condiciones en las que el trabajo lo sorprende son las mejores posibles para él, por lo menos al comienzo, porque le son naturales y porque la vida de un hombre y sus condiciones corresponden a lo que él es.

El cuarto camino alcanza simultáneamente todos los lados del ser humano. Es un trabajo inmediato sobre las tres habitaciones a la vez. El faquir es amo de su cuerpo, pero no de sus emociones, ni de sus pensamientos; el monje es amo de sus emociones, pero no de su cuerpo, ni de su pensamiento; el yogui es amo de su pensamiento, pero no de su cuerpo, ni de sus emociones.

El cuarto camino difiere de los otros, en que exige ante todo la comprensión. Tanto más comprenda lo que hace, tanto más valor tendrán los resultados de sus esfuerzos. Los resultados obtenidos son proporcionales a la conciencia que uno tiene de este trabajo. No se requiere de "fe" en este camino, por el contrario es aquí un obstáculo.

El método del cuarto camino es el siguiente: mientras uno trabaja sobre el cuerpo físico, hay que trabajar simultáneamente sobre el pensamiento y sobre las emociones; mientras uno trabaja sobre el pensamiento hay que trabajar sobre el cuerpo físico y la emociones; mientras se trabaja sobre las emociones, hay que trabajar sobre el pensamiento y sobre el cuerpo físico.

Toda una serie de ejercicios paralelos sobre los tres planos, físico, emocional y mental sirven a esta meta. Aún más es posible individualizar y cada uno hace solo lo que le es necesario y nada de lo que no tiene utilidad para él.

A veces al cuarto camino se le llama el camino del hombre ladino. El hombre ladino conoce un secreto que no conocen el faquir, el monje y el yogui.

El camino del faquir es el más tosco, después de un mes de torturas intensivas, llega a desarrollar cierta energía, cierta sustancia que produce en él cambios definidos. El monje es guiado por su sentimiento religioso, su tradición, su deseo de salvación, su fe en su maestro y en una semana de ayuno, de oraciones, de privaciones y penitencias, llega a alcanzar lo que el faquir, desarrollo en un mes. El yogui sabe mucho más, sabe lo que quiere, por qué lo quiere y sabe como lo puede alcanzar. Sabe que para arribar a sus fines debe desarrollar en él cierta sustancia. Sabe que se puede producir en un día a través de cierta clase de ejercicio mental o concentración. Fija su atención sin permitirse otra idea durante un día y así obtiene lo que necesita. Así en un día el yogui logra lo mismo que el monje en una semana y el faquir en un mes.

En el cuarto camino, el conocimiento es aún más exacto y más perfecto. El hombre que lo sigue conoce con precisión que sustancias necesita para alcanzar sus fines y sabe que estas sustancias pueden ser introducidas desde afuera en el organismo, si se sabe como arreglárselas. De esa manera prepara y toma una pequeña píldora que contiene todas las sustancias requeridas y así sin perdida de tiempo obtiene los resultados deseados.

(ToRaSYaH)

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