EL
BOSQUE
I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS
A la Memoria de la única persona que
encontré en este mundo con verdadera Armonía,
Mi Padre.
DIOS ESTÁ CONTIGO PAPITO
Ludy Mellt Sekher
ATARDECER
Versión Portugués
Un ardiente
día de verano los dos árboles dialogaban rememorado historias de cada uno, serenos en la
tarde perezosa. Probaban dulces mieles de las ufanas abejas, y rieron felices de sus
hazañas infantiles.
Las horas corrían cada vez más veloces llevándose el tiempo que ellos anhelaban
detener. Hacía mucho tiempo que vivían en el bosque y nunca se habían encontrado hasta
que construyeron la capilla. Mientras hablaban con sus ojos de hojas y sus manos de ramas,
Ella relató una tragedia que aconteció en su vida y al finalizar de narrarla, sintió
una rara y extraña angustia en el corazón de Él
La vida de
ella y sus historias invadían el mundo de él con algo nuevo e inexplorado, mostrándole
un universo diferente y un estilo increíble de superar dolores espirituales y morales.
El árbol amigo retrocedió en el tiempo recordando, tembló su tronco, su llanto sin
lágrimas y su silencio intranquilo sacudió el desasosiego y preocupación de ella por
él.
Lo interrogó y sondeó con sus ojos de hojas. Preguntó una y otra vez con sus ramas
que presentían anudadas el sufrimiento masculino. Insistió y perseveró queriendo saber
cual era el tormento secreto, e insondable que lo acongojaba. Y los segundos se mudaban en
minutos y éstos en horas implacables
Él se negó a hablar. En el más amargo de los sufrimientos
Martirizado,
desgarrado, atormentado, trastornado, con su tronco dentelleando el dolor que se reveló
petrificado desde lo oculto y recóndito de su alma
Ella
comprendió que la rectitud de su gran amigo no lo dejaría hablar jamás. Entonces se
convirtió en el diminuto picaflor. Con su aleteo minúsculo y sedoso bajó a su tronco.
No escudriñó en su copa, ni en su ramas y hojas, sino en su raza noble y buena. Con su
vista y alitas examinó minuciosamente su alma y encontró una herida antigua y sangrante,
desgarradora y apocalíptica.
Ella ignoraba la resistencia de aquella lesión incurable en el alma y la mente de
Él que no lo había dejado vivir nunca feliz
Frente a aquella visión desesperante y torturadora que conservaba recóndita en el
pecho su amado amigo, derramó lágrimas por él. Igualmente lo consoló con sus alitas,
lo arrulló con sus palabras colmadas de sabiduría.
Y él lloró
savia comprimida, pronunció palabras de suplicio y pecado, tantos años contenida dentro
de su madera. Como un gigantesco volcán vomitó la amargura y el desconsuelo, confesó su
culpa y su agonía, prisioneras agudamente en su tronco, corazón y alma, recluidas
durante muchas primaveras
Un hacha maléfica, asesina, y despiadada del destino, escondiendo su rostro,
lastimó su corazón y su alma. El noble árbol convencido de que la herida era su delito,
no vio jamás que el verdadero semblante del hacha había sido un accidente.
Convencido absolutamente de que Él era el culpable, ahora se sentía pagando un Karma,
sufriendo un castigo, penando toda su vida por aquella terrible y dolorosa desgracia
¡Por ese
infortunio había perdido la fe en Dios!
El picaflor se transformó en el acto, en su majestad el águila. Con su visión más
allá de los tiempos, vio con claridad la obscuridad en que estaba sufriendo, descifró el
misterio, aclaró su alma, le quitó la culpabilidad, le hizo ver cómo era en realidad su
doloroso recuerdo.
Pero el árbol continuaba llorando, sufriendo. No podía aliviar esa herida de su
pecho. Impotente trataba de modificar la terrible pena de manera errada.
Y los ojos visionarios del águila exploraron la herida. Muy profundo, adentro de
ella, había una sanguijuela espeluznante que se alimentaba como un vampiro hambriento en
la erosión sangrante de su amigo
Levantó el
vuelo, aleteó y voló alrededor del árbol y sin que él pudiera verla bajó en picada,
más enérgica y poderosa que nunca. Veloz cual un rayo descendió sobre la herida y
arrancó con sus garras, el gusano endemoniado que se alimentaba con su sangre preciosa y
corroía su alma exquisita.
Furiosa y frenética el águila, destrozó y convirtió en cenizas el bestial
monstruo y enterró sus restos en la tierra. ¡Hubiera querido desandar en el tiempo y
cerrar para siempre las bocas de otros que hubieran alimentado su culpa!
Y restañó
la herida, sanó su dolor, curó su alma, quitó su pena, sacó la injusta culpa del
corazón de su amigo, y lo bendijo en el nombre de Dios
El, como cráter estallado en lava ardiente, por primera vez en su vida, había
escupido su furia, su fuego, su dolor espantoso. Pero su pena había sido
mitigada, su boca quedó abierta, respirando con ansia el aire de la bendición y
del consuelo. Aún doliéndole la herida que ya no sangraría más en el tiempo.
Pero el águila era la guía para curar dolores espirituales y morales
Continuaba
confundido, ahora frente al picaflor, al águila. Pensó que nunca más la volvería a
ver. Que no sería su pequeña amiga, ni nuevamente su picaflor, ni su árbol mitad, ni su
compañera inseparable de todos los segundos de su vida. Imaginó inocente que la
magnífica águila lo abandonaría esta vez para siempre.
Pero Ella era muy sabia, había entendido perfectamente su sufrimiento. Lo vivió con
él, lo alivió, recitó mil lenguajes para hacerlo olvidar el pasado. Y antes de
despedirse para emprender el vuelo, ´Él le dijo que no la vería más, y dobló su ramas
avergonzado frente a Ella
¿ Por qué ?
El águila
sonrió, porque él no sabía que ella volaría al infinito a encontrarse con Dios,
parlamentar con el Señor y exigir respuestas frente a aquella Injusticia tantos años
impuesta al inocente árbol, al cual señalaron como verdugo. Levantó el vuelo
exaltadamente, ni siquiera aleteó, voló como meteoro hacia el cielo.
Cuando a los pocos segundos ella estaba en el Universo, Él quedó solo en la tierra,
asombrado, enternecido, con una mezcla de sentimientos encontrados en su pecho, ya no
pensaba en su herida, parecía que ella se la había llevado en sus alas
Abordó la
noche del mismo día, la luna no miraba desde el cielo, pero él igual la vio en las
estrellas, la sintió en la suave brisa que acariciaba su frente. Reconoció que ella
podía estar lejos, muy lejos, pero eternamente junto a él
¡Dios! ¿Que me
espera en el futuro? se preguntó. No sabía la respuesta, sin embargo, ella las
traería alegre y radiante entre sus alas de ángel
En el cielo
hubo gran revuelta. Su majestad el águila con la espada y la balanza en su mano convocó
los ángeles, emplazó los santos, reunió todos los ejércitos celestiales y buscó
respuestas para la gran injusticia cometida en la tierra. Todos los concurrentes
contestaron que no fue Él quién hizo daño, que no sabían los que había pasado. Pero
el águila continuaba exigiendo explicaciones
El Arcángel Miguel apareció resplandeciente, glorioso frente a ella, rey y señor
de los ejércitos, y contestó sus preguntas.
Irás
a decirle que no padezca más. El suceso pasado fue obra del demonio. ¡Tu árbol
deberá olvidar lo sucedido! No tuvo culpa alguna, y no tiene que pedir perdón. El como
padre recibirá todo lo que pida con fe
¡Tendrá que acercarse a mi! Y tu haz de
volver, tienes que cumplir tu misión de estar junto a él. ¡Cumple con tu tarea! ¡Vete
ahora!
Y el águila arrodillada frente al gran Señor de la Justicia, escuchando atenta sus
palabras divinas, fue levantando sus alas, grabando en su mente cada una de las frases
celestiales. Agradeció el haberla oído y pidió fuerzas, salud, y coraje, para continuar
su destino. El Arcángel Miguel la bañó con un haz de luz azul brillante y la impulsó
nuevamente a la tierra
Emprendió el
regreso velozmente por el firmamento dejando en el trayecto de su vuelo un enorme rayo de
luz azul bellísimo. Cuando arribó al bosque a la mañana siguiente bañó a su árbol
con una cascada gigante de luz azul de fe y una enorme sonrisa. Revoloteó mil veces
alrededor de Él y le trasmitió el mensaje del Arcángel Miguel.
Pero él seguía atormentándose
La figura del Arcángel Miguel se acercó a su
alma, despertando milagrosamente una fe nunca imaginada por el buen árbol.
Y su árbol
compañera exhausta, y casi sin fuerzas se convirtió nuevamente en su compañera de todos
los instantes. Decidió descansar, sabía que su amigo renacería a la vida, a la fe, a la
esperanza. Que comprendería el sentimiento mágico de la vida
Tendrían que lidiar ahora contra todas las tormentas e inclemencias que llegaran,
pero esta vez, sería juntos, siempre juntos, aunque estuvieran separados en el
bosque
Una noche
Ella se convirtió en el águila. Sin que El lo notara mientras prodigaba sus atenciones a
lo únicamente suyo. Sus nidos, su paloma, sus pequeños arbolitos que dependían tanto de
él, por los cuales se preocupaba profusamente.
Y El árbol se sintió más feliz que nunca. De sus dulces hojas surgió una canción
dichosa y esperanzada. Ya no estaba solo. Ahora sabía que podía contar con su árbol
compañera, su picaflor, su águila. Ahora sí, comprendía la verdad del amor absoluto,
sin condiciones, sin egoísmos, sin manchas. Ahora sí, entendió el sentimiento mágico
de la vida
Y sintió la adoración surgir del fondo de su alma, su corazón sonreía
por dentro de su pecho. Sus raíces querían correr de alegría.
Aún así,
era demasiado colosal y extraordinaria la grandeza de su árbol compañera, no le
penetraba en su pensamiento tanta poesía, tanta belleza, tanta dulzura, tanta
generosidad, nunca jamás prodigada por nadie hacia él
Y siguió sin entender. ¿cómo alguien así podía vivir en un mundo como éste? Se
preguntó una y mil veces, cual era el misterio, la magia, la esencia, la verdad.
Era tan
simple y no lo comprendía...
Pero ella era
eterna e inmortal, tendría todas las respuestas que el quisiera indagar
Ella sabía de otros mudos, otros soles, y otras estrellas; muchos misterios. Sabía
cómo combatir en la adversidad, sabía elevarse por sobre lo nefasto y malvado de
cualquier planeta, sabía cómo enseñar a vivir. Conocía el sentimiento mágico de la
vida. Era tanta su sabiduría que él sintió que necesitaba toda la vida para aprender
junto a ella.
Y la necesitó más que nunca. A toda hora y segundo de su vida, le hacía preguntas
silenciosas que ella contestaba, por más interminable que fuera la distancia que los
separara.
Siempre
estaba junto a él. Ésa era su misión, para eso había volado a este mundo, a ése
hogar, a ésa capilla, convirtiéndose en árbol para verse frente a los ojos de los
otros, igual a él.
Sorpresivamente él sintió temor por ella, la percibió frágil, débil, desamparada
. No quería pensar que podía perderla alguna vez en esta vida. Pensó desesperadamente
cómo ayudarla. Cómo socorrerla, cómo protegerla.
¿ Que podía
hacer por ella? Era la pregunta constante y torturadora que se hacía a sí mismo. Se
sentía impotente para ello.
Llegó a pensar
que soñaba, que se evaporaría en el aire. La sola idea de que le faltara alguna vez,
lograba enloquecerlo
Porque no sabía que su amiga tenía un jardín mágico, un edén divino donde
alimentaba su espíritu, un cielo celestial donde planeaba suspendida entre las alas de
los ángeles, y las nubes multicolores de su universo
No obstante, antes de que ella volara a otra estrella, le enseñaría cómo entrar en
ese jardín misterioso, que estaba en alguna parte, en algún lugar
Y llegado el
momento culminante que él fuera feliz, ella partiría. Partiría esta vez para siempre
con sus ángeles
Dejaría dentro de él; su poesía, sus alas níveas, sus palabras ondulantes en las
nubes, su brisa acariciándole el rostro, sus lunas en el cielo, sus atardeceres
gloriosos, su aroma de mil flores perfumando sus días y sus noches, sus amaneceres
paradisíacos, sus estrellas que como ojos protectores le seguirían a donde fuera, y su
amor eterno, inolvidable e impecable, sembrado en una pequeñísima parcela de su
corazón, donde brotaría la flor más exuberante de la vida
¡Si! Algún
día se evaporaría en el aire, pero dejaría en él su esencia, su vida eterna, su vuelo
inmortal...
Porque ahora
él no sabía que... Ella era su ángel guardián
Lo comprendería en la eternidad de su arte.
Nunca había
pensado que encontraría en esta vida a su Ángel Guardián
(Extracto
del libro "El Bosque"
de Ludy Mellt Sekher)
I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS
Portugues
UM ATARDECER O BOSQUE
Um ardente dia de verão as duas árvores dialogavam rememorado histórias de cada
um, serenos na tarde preguiçosa. Provavam doces méis das ufanas abelhas, e riram
felizes de suas façanhas infantis.
As horas corriam cada vez mais velozes levando-se o tempo do que eles almejavam
deter. Fazia muito tempo que viviam no bosque e nunca se tinham encontrado até
que construíram a capela. Enquanto falavam com seus olhos de folhas e suas mãos
de ramos, Ela relatou uma tragédia que aconteceu em sua vida e ao finalizar de
narrá-la, sentiu uma esquisita e estranha angústia no coração de Ele…
A vida dela e suas histórias invadiam o mundo dele com algo novo e inexplorado,
mostrando-lhe um universo diferente e um estilo incrível de superar dores
espirituais e morais.
A árvore amigo retrocedeu no tempo recordando, tremeu seu tronco, seu pranto sem
lágrimas e seu silêncio intranqüilo sacudiu o desassossego e preocupação dela
por ele
Interrogou-o e sondou com seus olhos de folhas. Perguntou uma e outra vez com
seus ramos que pressentiam anudadas o sofrimento masculino. Insistiu e
perseverou querendo saber qual era o tormento secreto, e insondable que o
acongojaba. E os segundos se mudavam em minutos e estes em horas implacáveis…
Ele se negou a falar. No mais amargo dos sofrimentos… Martirizado, rasgado,
atormentado, revirado, com seu tronco dentelleando a dor que se revelou
petrificado desde o oculto e recôndito de sua alma…
Ela compreendeu que a retitude de seu grande amigo não o deixaria falar jamais.
Então se converteu no diminuto picaflor. Com seu aleteo minúsculo e sedoso
baixou a seu tronco. Não vasculhou em sua copa, nem em seu ramos e folhas, senão
em sua raça nobre e boa. Com sua vista e alitas examinou minuciosamente sua alma
e encontrou uma ferida antiga e ensangüentada, aterradora e apocalíptica.
Ela ignorava a resistência daquela lesão incurável no alma e a mente dele que
não o tinha deixado viver nunca feliz…
Frente àquela visão desesperante e torturadora que conservava recôndita no peito
seu amado amigo, derramou lágrimas por ele. Igualmente o consolou com seus
alitas, arrulhou-o com suas palavras colmadas de sabedoria.
E ele chorou seiva comprimida, pronunciou palavras de suplício e pecado, tantos
anos contida dentro de sua madeira. Como um gigantesco vulcão vomitou a amargura
e o desconsolo, confessou sua culpa e sua agonia, prisioneiras agudamente em seu
tronco, coração e alma, enclausuradas durante muitas primaveras…
Um machado maléfico, assassina, e cruel do destino, escondendo seu rosto, magoou
seu coração e sua alma. A nobre árvore convencido de que a ferida era seu
delito, não viu jamais do que o verdadeiro semblante do machado tinha sido um
acidente. Convicto absolutamente de que Ele era o culpado, agora se sentia
pagando um Karma, sofrendo um castigo, penando toda sua vida por aquela terrível
e dolorosa desgraça…
¡Por esse infortúnio tinha perdido a fé em Deus!
O picaflor se transformou no ato, em sua majestade o águia. Com sua visão além
dos tempos, viu com clareza a obscuridade em que estava sofrendo, decifrou o
mistério, aclarou sua alma, tirou-lhe a culpabilidade, fez-lhe ver como era em
realidade sua dolorosa recordação.
Mas a árvore continuava chorando, sofrendo. Não podia aliviar essa ferida de seu
peito. Impotente tratava de modificar a terrível pena de maneira errada.
E os olhos visionários do águia exploraram a ferida. Muito profundo, adentro
dela, tinha uma sanguijuela apavorante que se alimentava como um vampiro faminto
na erosão ensangüentada de seu amigo…
Levantou o vôo, aleteó e voou ao redor da árvore e sem que ele pudesse vê-la
baixou em picada, mais enérgica e poderosa que nunca. Veloz qual um raio desceu
sobre a ferida e arrancou com suas garras, o verme endemoninhado que se
alimentava com seu sangue precioso e corroía sua alma extraordinária.
Furiosa e frenética o águia, destroçou e converteu em cinzas o bestial monstro e
enterrou seus restos na terra. ¡Tivesse querido desandar no tempo e fechar para
sempre as bocas de outros que tivessem alimentado sua culpa!…
E restañó a ferida, sanou sua dor, curou sua alma, tirou sua pena, sacou a
injusta culpa do coração de seu amigo, e o abençoou no nome de Deus…
O, como cratera estourada em lava ardente, pela primeira vez em sua vida, tinha
cuspido sua fúria, seu fogo, sua dor horrível. Mas sua pena tinha sido mitigada,
sua boca ficou aberta, respirando com ânsia o ar da bênção e do consolo. Ainda
doendo-lhe a ferida que já não sangraria mais no tempo. Mas o águia era a guia
para curar dores espirituais e morais…
Continuava confundido, agora frente ao picaflor, ao águia. Pensou que nunca mais
a reveria . Que não seria sua pequena amiga, nem novamente sua picaflor, nem sua
árvore metade, nem seu colega inseparável de todos os segundos de sua vida.
Imaginou inocente que a magnífica águia o abandonaria esta vez para sempre.
Mas Ela era muito sábia, tinha entendido perfeitamente seu sofrimento. Viveu-o
com ele, aliviou-o, recitou mil linguagens para fazê-lo esquecer o passado. E
antes de despedir-se para empreender o vôo, ´Ele lhe disse que não a veria mais,
e dobrou seu ramos envergonhado frente a Ela…
Por que ?
O águia sorriu, porque ele não sabia que ela voaria ao infinito a encontrar-se
com Deus, parlamentar com o Senhor e exigir respostas frente àquela Injustiça
tantos anos imposta à inocente árvore, ao qual assinalaram como verdugo.
Levantou o vôo exaltadamente, nem sequer aleteó, voou como meteoro para o céu.
Quando aos poucos segundos ela estava no Universo, Ele ficou só na terra,
assombrado, enternecido, com uma mistura de sentimentos encontrados em seu peito,
já não pensava em sua ferida, parecia que ela se a tinha levado em suas asas…
Abordou a noite do mesmo dia, a lua não olhava desde o céu, mas ele igual a viu
nas estrelas sentiu-a na suave brisa que acariciava sua frente. Reconheceu que
ela podia estar longe, muito longe, mas eternamente junto a ele… —¡Deus! Que me
espera no futuro? —se perguntou. Não sabia a resposta, no entanto, ela as traria
alegre e radiante entre suas asas de anjo…
No céu teve grande revolta. Sua majestade o águia com a espada e a balança em
sua mão convocou os anjos, emplazó os santos, reuniu todos os exércitos
celestiais e procurou respostas para a grande injustiça cometida na terra. Todos
os concorrentes contestaram que não foi Ele quem fez dano, que não sabiam os que
tinha passado. Mas o águia continuava exigindo explicações…
O Arcángel Miguel apareceu resplandeciente, glorioso frente a ela, rei e senhor
dos exércitos, e contestou suas perguntas.
—Irás dizer-lhe que não padeça mais. O acontecimento passado foi obra do demônio.
¡Tua árvore deverá esquecer o sucedido! Não teve culpa alguma, e não tem que
pedir perdão. O como pai receberá tudo o que peça com fé… ¡Terá que se acercar a
minha! E teu faz de voltar tens que cumprir tua missão de estar junto a ele. ¡Cumpre
com tua tarefa! ¡Vê-te agora!
E o águia ajoelhada frente ao grande Senhor da Justiça, escutando atenta suas
palavras divinas, foi levantando suas asas, gravando em sua mente a cada uma das
frases celestiais. Agradeceu o tê-la ouvido e pediu forças, saúde, e coragem,
para continuar seu destino. O Arcángel Miguel a banhou com um faz de luz azul
brilhante e a impulsionou novamente à terra…
Empreendeu o regresso velozmente pelo firmamento deixando no trajeto de seu vôo
um enorme raio de luz azul bellísimo. Quando aportou ao bosque à manhã seguinte
banhou a sua árvore com uma cascata gigante de luz azul de fé e um enorme
sorriso. Revoloteó mil vezes ao redor dele e lhe transmitiu a mensagem do
Arcángel Miguel.
Mas ele seguia atormentando-se… A figura do Arcángel Miguel se acercou a sua
alma, acordando milagrosamente uma fé nunca imaginada pela boa árvore.
E sua árvore parceira exausta, e quase sem forças se converteu novamente em seu
colega de todos os instantes. Decidiu descansar, sabia que seu amigo renasceria
à vida, à fé, à esperança Que compreenderia o sentimento mágico da vida…
Teriam que lidar agora contra todas as tormentas e inclemências que chegassem,
mas esta vez, seria juntos, sempre juntos, ainda que estivessem separados no
bosque…
Uma noite Ela se converteu no águia. Sem que O o notasse enquanto esbanjava seus
atendimentos ao unicamente seu. Seus ninhos, sua pomba, seus pequenos arbolitos
que dependiam tanto dele, pelos quais se preocupava profusamente.
E A árvore se sentiu mais feliz que nunca. De suas doces folhas surgiu uma
canção ditosa e esperançosa. Já não estava só. Agora sabia que podia contar com
sua árvore parceira, sua picaflor, sua águia. Agora sim, compreendia a verdade
do amor absoluto, sem condições, sem egoísmos, sem manchas. Agora sim, entendeu
o sentimento mágico da vida… E sentiu a adoração surgir do fundo de sua alma,
seu coração sorria por dentro de seu peito. Suas raízes queriam correr de
alegria.
Mesmo assim, era demasiado colossal e extraordinária a grandeza de sua árvore
parceira, não lhe penetrava em seu pensamento tanta poesia, tanta beleza, tanta
doçura, tanta generosidade, nunca jamais esbanjada por ninguém para ele…
E seguiu sem entender. como alguém assim podia viver num mundo como este?
Perguntou-se uma e mil vezes, qual era o mistério, a magia, a essência, a
verdade.
Era tão simples e não o compreendia...
Mas ela era eterna e imortal, teria todas as respostas que o quisesse indagar…
Ela sabia de outros mudos, outros sóis, e outras estrelas; muitos mistérios.
Sabia como combater na adversidade, sabia elevar-se por envelope o nefasto e
malvado de qualquer planeta, sabia como ensinar a viver. Conhecia o sentimento
mágico da vida Era tanta sua sabedoria que ele sentiu que precisava toda a vida
para aprender junto a ela.
E a precisou mais do que nunca. A toda hora e segundo de sua vida, fazia-lhe
perguntas silenciosas que ela contestava, por mais interminável que fosse a
distância que os separasse.
Sempre estava junto a ele. Essa era sua missão, para isso tinha voado a este
mundo, a esse lar, a essa capela, convertendo-se em árvore para ver-se frente
aos olhos dos outros igual a ele.
Sorpresivamente ele sentiu temor por ela, percebeu-a frágil, débil, desamparada
. Não queria pensar que podia perdê-la alguma vez nesta vida. Pensou
desesperadamente como ajudá-la. Como socorrê-la, como protegê-la.
Que podia fazer por ela? Era a pergunta constante e torturadora que se fazia a
si mesmo. Sentia-se impotente para isso.
Chegou a pensar que sonhava, que se evaporaria no ar. A só idéia de que lhe
faltasse alguma vez, conseguia enlouquecê-lo…
Porque não sabia que sua amiga tinha um jardim mágico, um edén divino onde
alimentava seu espírito, um céu celestial onde planejava suspendida entre as
asas dos anjos e as nuvens multicolores de seu universo…
Não obstante, antes de que ela voasse a outra estrela, lhe ensinaria como entrar
nesse jardim misterioso, que estava em alguma parte, em algum lugar…
E chegado o momento culminante que ele fora feliz, ela partiria. Partiria esta
vez para sempre com seus anjos…
Deixaria dentro dele; sua poesia, suas asas níveas, suas palavras ondulantes nas
nuvens sua brisa acariciando-lhe o rosto, suas luas no céu, seus atardeceres
gloriosos, seu aroma de mil flores perfumando seus dias e suas noites, suas
amaneceres paradisíacos, suas estrelas que como olhos protetores lhe seguiriam a
onde fora, e seu amor eterno, inesquecível e impecável, semeado numa pequeñísima
parcela de seu coração, onde brotaria a flor mais exuberante da vida…
¡Se! Algum dia se evaporaria no ar, mas deixaria nele sua essência, sua vida
eterna, seu vôo imortal...
Porque agora ele não sabia que... Ela era seu anjo guardião…
O compreenderia na eternidade de sua arte.
Nunca tinha pensado que encontraria nesta vida a seu Anjo Guardião
(Extrato do livro "O Bosque"
de Ludy Mellt Sekher)
I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS