Sekher Castle of Ludy Mellt Sekher

EL BOSQUE
EL BOSQUE TAPA
I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS


A la Memoria de la única persona que
encontré en este mundo con verdadera Armonía,
Mi Padre.
DIOS ESTÁ CONTIGO PAPITO
Ludy Mellt Sekher

 

AMANECER

 

Homenaje a la Vida

Versión Portugués

La ninfa en lugar de volar, comenzó a caminar por aquel sendero mágico. Suspendido el pensamiento. Buscando una explicación para su sueño... Repetía constantemente las palabras de él en sus oídos. Renovaba todo el escenario en su recuerdo. ¿Qué quería decir aquel sueño extraño y hermoso? ¿Que significaba el sol al final del camino? ¿Porqué se multiplicaban los árboles y cerraban tanto el cielo?

Era como una metáfora de la capilla reproduciéndose mil veces hasta llegar al sol, pero diciendo, hablando tal vez con las ramas, que no dejaría entrar a nadie dentro de ella, y a su vez, convirtiéndose en una inmensa parroquia, donde el gran sol al final coexistía como el altar mayor. Súbitamente se descubrió transformada en un pequeño picaflor, imperceptible y multicolor colibrí. Y tuvo que levantar el vuelo constante y casi invisible entre los árboles...Como en otro sueño oyó la queja de su adorado árbol que la invocaba… Pero esta vez no era un sueño, era realidad. La voz de Él la llamaba... La llamaba en todo momento. En los amaneceres insomnes, en el cenit agobiante del mediodía, en los atardeceres lánguidos, en las noches alfombradas de estrellas, en la luna partícipe de sus anhelos, en el sol fogoso que quemaba su tronco, en cada fragancia semejante, en cualquier rostro diferente, en alguna palabra ajena, en una voz cantando baladas, en cada segundo martirizante del reloj que inescrutable sellaba las horas del tiempo...
Tiempo que no llegaba nunca, días que no arribaban jamás. Tiempo que se le hacía eterno e interminable, aguardando y esperando… Y él seguía siendo árbol…
Sin embargo, el insignificante picaflor lo descubrió en el bosque, sus diminutas alitas revolotearon junto a él, su perfume penetró en el espíritu de la madera, noble y buena.
Y por primera vez, el indefectible destino del colibrí logró hacerlo reír… La risa brotó feliz de la profundidad de su tronco, ramas y hojas. Dichoso por un instante dejó salir esperanzado la alegría del fondo de su alma. Ese minuto fugaz en el tiempo inexorable, fue soberbio y resplandeciente como preciosa rosa abriéndose a la vida.
Esa risa… Solo, solo esa risa fue suficiente para el picaflor. Solamente su risa quería. ¡Verlo feliz ! Y decidió quedarse entre sus ramas… Únicamente para oír y ver su sonrisa, que para el suave y tímido picaflor era el más sobresaliente de los conciertos.
También el picaflor fue feliz, dichoso, bendecido. Igualmente rió y voló más que nunca. En una danza triunfal se convirtió en águila, en nubes, en lunas, en vientos, en lluvias, en rocíos, en soles, en estrellas, en mares, en tierras. Poseía la magia de metamorfosearse completamente, absolutamente en todo lo que el árbol necesitaba…
Después de la fiesta victoriosa del pequeño pajarito, bajó nuevamente cerca de sus ramas —¿Me quieres? —preguntó al árbol
 —Si —respondió tieso. —¿Hasta donde? —esperando su respuesta, risueño cual un niño— ¿Hasta la cúpula de la capilla?
—¡Más que eso, más allá del bosque! —respondió él mirándolo intensamente con sus ojos de roble.
Aquella respuesta fue lo único que esperaba el picaflor. Mudo de dicha y felicidad en ese momento imponderable, juró convertirse nuevamente en su árbol y jamás por toda la eternidad…¡Nunca abandonarlo!
Y en un mágico día se convirtió en su árbol. Era Ella nuevamente a su lado, inconfundible, insuperable, sublime. La única que había logrado penetrar en la verdadera esencia de su alma y valorarlo como era Él realmente. Y la capilla se encendió radiante de alegría. Se iluminaron íntegramente sus luces, celebraron todos sus ángeles, cantaron todos sus pájaros, sus hojas se hablaron hasta el alma, sus ramas se unieron en un abrazo fuerte e inmortal, sus raíces se entretejieron más profundamente en la tierra y cantaron dichosos el coro de la felicidad.
Volvieron los dos árboles unidos y fusionados, a luchar contra todos los céfiros y tronadas, tempestades y huracanes, rayos y truenos, inviernos glaciales, y veranos ardientes, nada sobre la tierra y desde los cielos los destruiría.
Ahora volvían a ser los pilares de la capilla, más fuertes que nunca, más vigorosos, más magnificentes, más heroicos, más generosos, más sinceros. Y aceptaron la enseñanza de la pequeña tormenta, que les educó a aceptar sus destinos. Comprendieron que jamás, nada sobre el mundo podría manchar su sentimiento.
Sentimiento que era noble, sincero, insobornable, inmaculado, inmortal, y se rieron incansables. Él por quebrarse, y Ella por convertirse en águila y volar. Se rieron de su pequeña cobardía, de su tonta idea de que alguien podía mancharlos sobre la tierra.
Y así transcurriría el tiempo, en las horas veloces que hablaban, reían, lloraban juntos, en los minutos eternos de las oscuridades que no los dejaban verse, en los días interminables y fatigosos que sus ocupaciones les alejaban. Pero estaban juntos…¡Ya nada los destruiría!
Y el amor surgió del fondo de sus almas, amor universal, amor limpio e inmaculado como solo Dios lo había creado y bendecido.
Ese amor que sin pecar, pasea y vuela por los vientos, las nubes, las noches, los amaneceres, los atardeceres, los mundos y los cielos…
Ese amor sublime e inmortal llegaría hasta el infinito sembrando estrellas, plantando lunas y cosechando soles…
¡Nadie, nadie los podría separar!

Ludy Mellt Sekher

 


(Extracto del libro "El Bosque"
de Ludy Mellt Sekher)
EL BOSQUE TAPA

I.S.B.N. 2.345.930.N
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial LMS

PORTUGUES



AMANHECER



Homenagem à Vida


A ninfa em lugar de voar, começou a caminhar por aquele caminho mágico. Suspendido o pensamento. Procurando uma explicação para seu sonho... Repetia constantemente as palavras dele em seus ouvidos. Renovava todo o palco em sua recordação. Que queria dizer aquele sonho estranho e formoso? Que significava o sol ao final do caminho? Porquê se multiplicavam as árvores e fechavam tanto o céu?
Era como uma metáfora da capela reproduzindo-se mil vezes até chegar ao sol, mas dizendo, falando talvez com os ramos, que não deixaria entrar a ninguém dentro dela, e a sua vez, convertendo-se numa imensa paróquia, onde o grande sol ao final coexistia como o altar maior. Subitamente se descobriu transformada num pequeno picaflor, imperceptível e multicolor colibri. E teve que levantar o vôo constante e quase invisível entre as árvores...Como em outro sonho ouviu a queixa de sua adorada árvore que a invocava… Mas esta vez não era um sonho, era realidade. A voz dele a chamava... CHAMAVA-A em todo momento. Nos amaneceres insomnes, no cenit sufocante do meio dia, nos atardeceres lánguidos, nas noites alfombradas de estrelas, na lua partícipe de seus anseios, no sol fogoso que queimava seu tronco, em cada fragancia semelhante, em qualquer rosto diferente, em alguma palavra alheia, numa voz cantando baladas, em cada segundo martirizante do relógio que inescrutável selava as horas do tempo...
Tempo que não chegava nunca, dias que não aportavam jamais. Tempo que se lhe fazia eterno e interminável, aguardando e esperando… E ele seguia sendo árvore…
No entanto, o insignificante picaflor o descobriu no bosque, suas diminutas alitas revolotearon junto a ele, seu perfume penetrou no espírito da madeira, nobre e boa. hum.gif (2528 bytes)E pela primeira vez , o indefectible destino do colibri conseguiu fazê-lo rir… O riso brotou feliz da profundidade de seu tronco, ramos e folhas. Ditoso por um instante deixou sair esperançoso a alegria do fundo de sua alma. Esse minuto fugaz no tempo inexorável, foi soberbo e resplandeciente como preciosa rosa abrindo-se à vida.
Esse riso… Só, só esse riso foi suficiente para o picaflor. Somente seu riso queria. ¡Vê-lo feliz ! E decidiu ficar entre seus ramos… Unicamente para ouvir e ver seu sorriso, que para o suave e tímido picaflor era o mais sobressalente dos concertos.
Também o picaflor foi feliz, ditoso, abençoado. Igualmente riu e voou mais do que nunca. Numa dança triunfal se converteu em águia, em nuvens, em luas, em ventos, em chuvas, em orvalhos, em sóis, em estrelas, em mares, em terras. Possuía a magia de metamorfosearse completamente, absolutamente em tudo o que a árvore precisava…
Depois da festa vitoriosa do pequeno passarinho, baixou novamente cerca de seus ramos —Me queres? —perguntou à árvore
—Se —respondeu teso. —Até onde? —esperando sua resposta, risonho qual um menino— Até a cúpula da capela
—¡Mais do que isso, além do bosque! —respondeu ele olhando-o intensamente com seus olhos de carvalho.
Aquela resposta foi o único que esperava o picaflor. Mudo de dita e felicidade nesse momento imponderable, jurou converter-se novamente em sua árvore e jamais por toda a eternidade…¡Nunca o abandonar!
E num mágico dia se converteu em sua árvore. Era Ela novamente a seu lado, inconfundível, insuperável, sublime. A única que tinha conseguido penetrar na verdadeira essência de sua alma e valorizá-lo como era Ele realmente. E a capela se acendeu radiante de alegria. Alumiaram-se integralmente suas luzes, celebraram todos seus anjos, cantaram todos seus pássaros, suas folhas se falaram até o alma, seus ramos se uniram num abraço forte e imortal, suas raízes se entretejieron mais profundamente na terra e cantaram ditosos o coro da felicidade.
Voltaram as duas árvores unidos e fusionados, a lutar contra todos os céfiros e trovoadas, tempestades e furacões, raios e trovões, invernos glaciais, e verões ardentes, nada sobre a terra e desde os céus os destruiria.
Agora voltavam a ser os pilares da capela, mais fortes que nunca, mais vigorosos, mais magnificentes, mais heróicos, mais generosos, mais sinceros. E aceitaram o ensino da pequena tormenta, que lhes educou a aceitar seus destinos. Compreenderam que jamais, nada sobre o mundo poderia manchar seu sentimento.
Sentimento que era nobre, sincero, insubornável, imaculado, imortal, e se riram incansáveis. Ele por quebrar-se, e Ela por converter-se em águia e voar. Riram-se de sua pequena covardia, de sua tonta idéia de que alguém podia manchá-los sobre a terra.
E assim decorreria o tempo, nas horas velozes que falavam, riam, choravam juntos, nos minutos eternos das escuridões que não os deixavam verse, nos dias intermináveis e fatigosos que suas ocupações lhes afastavam. Mas estavam juntos…¡Já nada os destruiria!
E o amor surgiu do fundo de suas almas, amor universal, amor limpo e imaculado como só Deus o tinha criado e abençoado.
Esse amor que sem pecar, passeia e voa pelos ventos, as nuvens, as noites, os amaneceres, os atardeceres, os mundos e os céus…
Esse amor sublime e imortal chegaria até o infinito semeando estrelas, plantando luas e colhendo sóis…
¡Ninguém, ninguém os poderia separar!
Ludy Mellt Sekher

 


(Extrato do livro "O Bosque"
de Ludy Mellt Sekher)
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